Mi Manuel

-36- u no de los lugares que nos faltaba conoeer· era el "Central Park" que todos nos celebraban como el mejor lugar donde po- dríamos admirar '·esos árboles gigantes, que parecen arrogan- tes·, a los cielos desafiar". . . por no citar más que los célebres versos apologistas de ese portentoso suelo de América. Y no fuimos decepcionados; por el contrario, allí pudimos constatar no solamente la fertilidad de su suelo, en todo su es- plendor, sino ol arte con que habían sabido conservar la páti- na agreste de sus peñascos naturales, di simulando la inteligente lahor del hombre, bajo una apariencia de naturalidad maravi- llosa. Lo único que sentimos fué no pQder volver a menudo a ese precioso lugar tan distante del centro, como engañosamente lo hacía creer su nombre. Nos expl icaron que en los proyectados planos de los ingenieros, ese lugar hoy apartado, sería mañana su verdadero centro. Efectivamente el ayer hipotético "Central Park", es hoy una realidad, habi endo sobrepasado las -esperanzas de los que soña- ron hacer de New-York, la verdadera ¡Reina del Mundo! Nuesti~o amigo don Faustino se entusiasmó ante las "Miro- bolantes réclames" que desde entonces sabían hacer relucir a los ojos de los inocentes turistas, para ir a v1sitar las celebérri- mas Cataratas del Niágara. Mi papá no se dejó t entar, resistiendo a sus ruegos, de acompañarlo, prefiriendo quedarse en New- York, para acabar de conocer 1 os esbozos de sus sueños de por- venir. Pasaban los días y varios de nuestros acompañantes habla- ban de seguir los diferentes rumbos de sus viaj es. Sólo nuestros amigos los artistas pensaban seguir allí estables, ejerciendo sus talentos musicales. Los peruanos continuaban insistiendo en convencer a mi papá de seguirlos hasta Lima. El no se decidía a pesar de estar muy seducido por la agradable perispectiva de un continuado verano, como aseguraban ser el clima de su tierra. El temía el fuerte frío de París que nos esperaba al llegar allá, tan nocivo para su parálisis, obligándolo a quedar recluído sin salir a an- dar, durante los p esados meses de invierno. Yo, por razones muy distintas aplaudía a las insinuaciones de nuestros amigos: tanto por seguir conociendo nuevos países, como para continuar en ese "dolce f arniente" que tenía para mí · tanto atractivo.

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