Mi Manuel

XXXIV TRISTEZAS Muy penors>0 nos había sido ese fin de año 1911; en él fué que Manuel empezó a sufrir las consecuencias de esa vida se- dentaria llevada durante treinta año1s frente a su escritorio o con sus libros. Un día, al su}Jir unas escaleras 1siintió un fuerte ahogo qm~ muoho me asustó , exigiéndole en el a.oto ir donde ·el doctor La- rré célebre médico francés, entonce1s, en Lima. Lo examinó detenidamente y pronunció entre dientes muy despacio como hablando consigo mismo: ~"Artériosclérose" que yo sola oí y re-percutió como un balazo en mi corazón. Ma- nuel no lo oyó, pero malició que algo había dicho respecto a la g~avedad de 1su estado, al verme casi desfalleeer. No sé có- mo e.obré ánimo para r egresar a casa. Desde entonces siguió Manuel un régimen severo y mucho 1 se .adelgazó : pero a nadie dij irnos de su mal. Muy inqui·eta en los primeros m eses de saberlo enfermo, poco a poco me tranquilizaron la1s repetidas palabras del doc- tor, al decirme que no me afligier:a., por ser un mal natural a todos, a partir de los cincuenta años y que cuidándose podía aün vivir veinte más; Manuel tenía entonce1s1 ses·enta y tres años. El sólo se atormentaba al verme triste, animándome, di- simulando sin duda su propia pena, al pensar en dejarme sola, "siendo por lo único que le interesaba vivir", me decía. El doctor Larré le recomendó mucha tranquilidad y fué entonces la época más agitada de su vida, aprovechando la ocasión que se les iba a pres·entar a aquellos, a quienes les ha-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx