Mi Manuel

XXXIII MI AMIGO BURRO En verano, todas las tardes, nuestra ,soledad estaba inte- rrumpida con la llegada de un cholo frutero con su burro. Desde cuadras lejanas lo oíamos r ebuznar, viniendo en incon- tenible carrnra haJsfa ,entrar al patio. Yo hacía guardar cásca- ras de fruta y las sobras del pan, esperando su visita. El recibimiento era especial; juntando las orejas, levantan- do el labio superior, como dándome su más dulce sonrisa, su sa- ludo ·era un nuevo rebuzno. Al terminar le daba yo su ración de azúcar que me recibía de la mano, lamiendo con su lengua suave hrusta el último grano. Luego le hacía traer agua y mientras bebía le compraba fruta a su dueño para interesar sus visitas y no dejase de vol- ver, para no privarme del placer de ver a "Clavel", que así so llamaba mi amigo burro. . A otras horas lo encontrábamos a veces, en distintos ba- rrios, donde su amo seguía vendiendo 1 su fruta y desde- lejos nos reconocía, parándose y rebuznando igualmente como a ce- lebrar el feliz encuentro. A Manuel también le encantaban los burros, compartiendo mi simpatía por el .amigo "Clavel" al que- solía a menudo aca- riciar. Maravillas me contaba de ellos al recordar su vida en la hacienda, protestando del apodo de "bur ros" que dan a las personas torpes. Me contaba que allí como en todas las hacienda1s 1 tenían su piara de burros, guíados por un hombre que- los acompaña co- mo una especie de amo seco, en sus distintas faenas.

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