Mi Manuel

- 35 - las noches siguieron los conciertos con más entusiasmo que nunca. Vivíamos en Broadway, la gran arteria de la ciudad nacien- te, en la que desde entonces se presentía su grandiosidad futura. Allí se veía el derroche del dinero gastado a manos llenas, con esa prodigalidad tan americana, que resaltaba cuanto más a los ojos del extranjero, acostumbrado a la parsimonía europea. Por las tardes íbamos a conocer la ciudad y al regresar, cansada de tanto ver y andar, recuerdo que me quedaba pro- fundamente dormida, mecida por las melodías, soñando proba- blemente oír música celestial. Estábam0;s encantados de haber venido y el amigo Zegers orgulloso del éxito de su acertada propaganda. Pero una mañana a la hora del almuerzo le vimos llegar con la cara muy encendida y aun bajo la impresión de un gran desagrado. El era bajo de cuerpo, de temperamento nervioso, como lo son generalmente los de pequeña estatura y se veía fácilmente que algo anormal le ocurría aquel día. Y en efecto le contó a mi padre haber querido ver los efectos de ciertos baños rusos que le habían dicho ser muy tonificantes. Entrando a uno de esos establecimientos especiales, lo ha- bían sometido por más de media hora a un sistema de duchas, alternando entre un calor excesivo y un frío intenso, terminan- do con fuertes fricciones por todo el cuerpo. A medida que recordaba la escena renacía su cólera, enar- deciéndola. Lo que más le sublevaba era que, a pesar de su enérgica protesta, hubiesen continuado aplicándole hasta el fin, el casi ritual tratamiento. A mí me entretenía oírle, pues a medida que hablaba volvía a renacer su rabia y hasta mezclaba el castellano con el francés; todo él vibrante en el paroxismo de su cólera. Sin duda el operador estaba acostumbrado a esas reaccio- nes nerviosas de sus clientes, seguro de que después al consta- tar sus benéficos resultados, le llegarían a agradecer el haberlo continuado. No sé si fué así, ni si nunca volvió a someterse al "tonifi- cante" baño ruso, pero siguió furioso aun por algunos días, de haber sido tratado como un chiquillo.

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