Mi Manuel
- 385 - una dictadura de once años, en que Leguía dominó y esclavizó al Perú entero. Poco tiempo después sobrevino un conflicto entre el Pe- rú y el Ecuador por cuestión de límites, llegando hasta a avis- tarse los batallones en la frontera. Por supuesto los jóvenes universitarios llenos de ardor bélico, habían sido los prime- ros en querer partir. Así una tarde vino a despedirse de nos- otros uno de los jóvenes compañeros de Alfredo, J 0isé Bernar- do Goyburu, r·evestido del uniforme militar: la cabeza rapa- da, de vestido kaki, calzado con los gruesos za.patos de mar- char. Por supuesto no tenía a.ún la edad requerida y sin duda valiéndose de influencias y subterfugios, lo habían admitido. Mucha pena me dió ver al el 1 egante muchacho transformado en soldado y pensé en lo1s' peligros a que se- iba a exponer, dándome cuenta que al no tener ya. su madre, nadie se ha- bía opuesto a que se fuera. El, al verme entristecer se emocio- nó también y me dij o al despedirs 1 e: -"¡Es usted la única mu- jer que me ha hecho rec.ordar a mi madre!" ... Tristes y ca- riñosas palabras que nunca olvidé. Desde los primero9 días, Alfoedo había pretendido con- vencerme de que también era su deber partir. Manuel como siempre callaba, pero yo hablaba por los dos, segura de in- terpretar su sentir, negándonos a aceptar las supuesta1s. razo- nes del porfiado muchacho. Pero todo fué inútil y una noche en plena calle nos dejó yendo al Estado Mayor a enrolarse. Llorando yo, desalentada, volvimos, a casa, Manuel sin pala- bras para consolarme. Una hora después regresaba Alfredo cabizbajo, descon- tento.- "Te iSaliste con la tuya, no me han admitido", me di- jo al entrar. Toda mí tristeza pasó, 1 escuchándolo contarnos su "odisea truncada". Un viejo militar le tomó los apuntes de su filiación y comprendiendo sin duda que se aumentaba la edad, lo interrumpió preguntándole su nombre. Al oírselo de- cir arrugó el ceño y con gesto airado lo botó. -"¡Fuera de aquí mocoso!" ... Nunca supe el nombl'e de ese justo :varón, pero guardo su recuerdo con profunda gratitud. Aunque no llegaron 'a batirse, pue 1 s antes se arreglaron pacíficamente las cosas, regr·esaron casi todos enfermos los pobres soldad0is, de fiebres y otras plagas de ese mal clima cálido del Ecuador.
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