Mi Manuel

- 381- Desde entonces vinieron y siempre juntos Bustamante y Eguren; el primero muy admirador del talento de su amigo, aunque .a veces le reprochaba su egoísmo "de sólo pensar en sí':. Además de poeta era también muy aficionado a la pintu- ra José M. Eguren; algo extraño como todo lo suyo, según decían sus amigos, viendo en cruda árbol con su imaginación de poeta, figurars 1 ra.ras y fantásticas. Punzado por la curiosidad, aceptó Manuel en ir a ver esos extraños cuadros que le ponderaban y una tarde fué con Al- fredo al Barranco a vi1sitar a Eguren. Allí vivía con sus hermanas en el entonees apartado ba- rrio de San Francisco en la Plaza de la iglesia de ese nombre, habitado casi sólo por socias de la Tercera Orden. Parece que causó alboroto entre las devotas la llegaJda de Manuel en el caJsi beaterio, como la de una muca en un corral de galli- naJs, espantadas parece que los vieron entrar, escondidas tras los visillos, según contó Enrique Carrillo en una de esas crónicas que escribiera en "El Comercio". Luego a instancias de todos, publicó Eguren sus "Simbó- lica1s:". Manuel muy admirador de esa poesía; pero creo "qu'il faut avoir la grace d'état" para comprenderlas. En casa, Bustamante nos fué siempre muy simpático por su talento primero y también por juzgar francamente a los demás, sin esa hi pocrecía criolla que les hace decir de todos, lo contrario de lo que piensan de ellos. Después de ser Minis- tro del Perú en el Brasil, muy apreciado por. lo:S 1 Intelectuales de allá, fué también Ministro en Bolivia de donde era nativa su madre, hija del antiguo Presidente Ba1livián. A su regreso al Perú después, ya sin puesto de gobierno, se dedicó a trabajar; lo ví en su casa de la calle del Sauce, trasformada en taller de imprenta, vestido de su "overol" lus manos manchadas de tinta, cajeando él mismo; me fué aún más simpático que nunca, ver a un limeño antiguo diplomá- tico, trabajando sencillamente para ganar honradamente su vida. A menudo vino a verme junto con su hermana Cristina, que hasta sólo por su nombre me habría sido simpática, si no lo hubiese sido también por su trato. ¿Cuántas veces nom- bramos a Manuel, él con devoción, yo con amor, en esta mis- ma casa, en ese mismo medio que tanto nos lo recordaba'?

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