Mi Manuel

- 380- se oír: "El Arzobispo Bandido" llamaba a Monseñor Bandini . . . ' reprochándole en su propia cara, v1v1r con "la Juana" su ama de llaves; haciéndose los sordos, avergonzados, los jóvenes cu- ras secretarios, que ni siquiera 1se atrevíán a botarlo. Todo esto no:s 1 contaba de sobre mesa el extraño cura, puro en boca, satisfecho, de· que su auditorio se ríera de sus hazañas. Lo mejor es que en uno de sus viajes a Lima, trajo :a dos de sus hijos para ponerlos al colegio, pretendiendo que Manuel fuese su apoderado. Por supuesto ér rehusó, alegando de nuestra próxima partida para Europa. Al ir con sus hijos por las calles los hacía andar por la vereda del frente, para que nadie viera que iban con él; pero más llamaba la atención, al oírle gritarles que torsiesen en las esquinas para no perderse. Aun me parece ver andando a los do1s 1 infelices muchachos, desorientados, aturdidos por los gritos de su padre, mientras él, grandazo con sus mangas anchas, abría lo 1 S· brazos llamán- dolos pareciendo un gallinazo agitando las alas., antes de le- vantar el vuelo. A mediados de 1909, una tarde vinieron por primera vez a casa cuatro jóvenes·, todos diferentes entre sí, de aspecto y de mentalidad: Enrique Bustamante Ballivián, hijo del célebre pierolista Bustamante y Salazar, a quien llamaban "Petit pois", sus amigos íntimos, por las especiales corbatas con "pinti- tas" que usaba siempre; Julio Hernández, su socio de la revis- ta "Contemporánea", también hijo de pierolista, el mismo gran admirador de Piérola; José María Eguren, poeta ausente y so- ñador y José Gálvez tan desgreñado y mal lavado como siem- pre. Sin duda juntándose los cuatro para darse. valor mutua- mente, no atreviéndose a enfrentarse por .separado a la "Fiera", como el mismo Manuel se titulaba. José María Eguren poco habló, .sus amigos recitaron sus versos, alabándolos mucho; a mí me parecieron muy raros. Notamos desde esa primera vez, que usaba continuamente co- mo estribillo, para juzgar a gentes y cosas el calificativo de - "¡ Muy-e-le-gan-te!" que repetía escandiendo las sílabas con voz trémula, como el tímido balido de una cabrita. Charlaron largo, y se retiraron, dos de ellos "para no vol- ver", como en la popular canción "Del p.mante que S·e va" ...

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