Mi Manuel

- 34- Muy ligeros pasaban estos días de la travesía en tan intere- sante compañía, encontrando el modo de distraernos unos y otros. Recuerdo que una noche me llevó aparte Mr. Goldchalk, llevándome a su camarote, me pidió una hebra de pelo, que yo tenía muy largo. Le ví pegar los dos extremos a la altura de las rodillas de su pantalón, recomendándome que le guardara se- creto. Luego regresamos juntos al salón, él llevando en la mano un precioso bastón de ébano, como una nueva vara mágica. Allí, se sentó .en medio de todos y tomando el bastón entre sus dos manos, empezó a magnetizarlo haciéndole pases con los dedos, logrando al cabo de un rato que el bastón se parara y si- guiese dócil la atracción o el rechazo que le sugería su vo- luntad. Fué todo un éxito la interesante y sabia prueba que nadie se explicó. Al otro día vimos a nuestro amigo don Faustino en un rin- cón del salón con un bastón en las manos, concentrando magne- tismo, ensayándose en imitarlo. Parece que estuvo furioso cuando después y a pesar de sus repetidos esfuerzos, se convenció de que le habían "tomado el pelo". Pues justamente, el pelo mío, era el que le había faltado para ejercer él también su poder magnético. Cortas eran las noches para oír cantar y tocar a nuestro amigo Goldchalk, haciéndonos conocer la música de su herma- no; después nos enseñó sus retratos y las reseñas de sus nume- rosas jiras artísticas por el mundo. Estaba tan impregnado de su recuerdo, que materialmente lo hacía revivir anfü sus oyentes. Nos contó su muerte en Buenos Aires, ocurrida en pleno triunfo de su gloriosa juventud: un marido celoso lo había es- perado una noche en la calle y lo había muerto a traición, gol- peándole la espalda con un saquete de arena. Sabido es que no dejan huellas esos golpes, no pudiéndose ni siquiera probar que era obra de una ruin venganza, de todos modos un crimen. Al llegar a New-York, nos llevó junto con los demás amigos a un "Borden House" donde él mismo se hospedó. Era un cen- tro de artistas donde fuimos recibidos con mucho cariño por los dueños de la casa y hasta por sus demás ocupantes, pues· por

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