Mi Manuel

- 373 - lando ella en una sonrisa bondadosa y sin prote·star del "fla- grante delito". Su gusto era darnos fruta que le daban sus amigos los frailes descalzos, sabiendo que Manuel gustaba especialmente de unas lucumit.as sin pepas, producto especial de la huerta de los reverendos. Ella 1seguía en sus ayunos y penitencias, aunque en vera- no iba profanamente como todos, a bañarse a La Punta donde su amiga Emma Delgado de Muro. Al volver las más veces se llegaba a casa, llevando en la mano un pequeño envoltorio; al saber que era su paño de cara, le compré una maletita de cuero negro; pero nunca se la ví usar, yendo a dar seguramen· te, como me lo pronosticó Manuel, a manos de los santos pa.. dres, como todo lo suyo.

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