Mi Manuel

- 371- per, reconociendo tá.citamente su poca formalidad, pues era muy badulaque: buen músico, no empleaba sólo sus dofo1s1 en tocar las "sonatas de B0ethoven'), también lucía su talento en- tre gentes a.legres, quienes agradecidas de hacerlas bailar, le invitaban de beber y contrajo la 1 enf ermedad de que murió. A menudo nos encontrábamos con el conocido grupo que formaban los tres amigos: Joaquín Suárez La Croix, Octavio Valentine y Alberto Químper, sin olvidar a "Fosforito" que siempre los acompañaba; para.dos los tres en la puerta de Broggi de la calle ide Plateros de San Agustín, · de la que eran una de las columnas, siempre los veíamos al pasar camino a nuestra casa. J oa.quín Suárez La Croix colombiano, que re·sidía desde varios años en el Perú, era también muy admirador de l\fanuel y una noche al encontrarlo solo en la Plaza de Armas, s·e nos juntó a pasear; algo emocionado nos confesó que le dábamos envidia al vernos siempre tan juntos los dos:- "Yo también :soy casado y desgraciadamente estoy separado de mi mujer, por culpa mía; disimulando mi pesar, vivo aquí en medio de amables amigos, pero r enegando de mi falta, pues aun quiero a mi mujer y la exfrafio" ... Nada podíamos contestar a tan triste confesión, solamente apreté yo más fuerte el brazo de Manuel, que también comprendió mi emoción. Alberto Químper era también escritor y colaboraba muy a menudo en "La Luz Eléctrica" a la que su padre don José María antiguo Ministro de Prado, ayudaba financieramente. Al extrañarnos de un artículo publicado allí mismo, en que se le atacaba duramente, don Mariano muy soberbio como siem- pre y a su manera, no& contestó: -"Expresamente lo hago, para probarle que a mí no me compra nadie·" ... Alfredo en la Universidad ya no era para mi el chiquillo de antes, a medida que pasaban los años, adquiría a mis pro- pios ojos, toda la importancia de un hombre. En cuanto a él, ya no eran los triunfos. en el bolero ·y en el trompo que sólo conquistaban como antes su admiración por Manuel; ahora lo impresionaba el respeto que sus propios amigos y todos los que lo rodeaban, manifestaban a su padre. A los dos: a él y a mí nos cupo la suerte de no haber es- perado que s·e muriera Manuel para comprenderlo y admírar- lo; nuestro cariño nuestra adoración diré más bien, formaba '

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