Mi Manuel
- 369 - dada, puesta en el cuello calentita, quita la ronquera; gárga- ras de orines curan las .anginas; en fin, una buena frotación de su propio excremento, no la resiste el cólico más fuerte". Lo peor era que de veras hacía él todo eso. Por supuesto, no recomiendo el sistema ni pretendo con- quistar adeptos; sólo lo cito como muestra y constaten el gra- do de "cultura" del "Viejo Paria". También uno de los amigos que venían a casa con poca frecuencia pero siempre con igual cariño y respeto a Manuel, era don Mariano Torres el .antiguo y humilde luchador, due- ño de la "Luz Eléctrica", quien 'durante años fué para Oáeeres el tábano constante y tenaz, que persigue a su víctima para cla- varle sin piedad, su aguijón punzante y ardedor. Natural de Cajamarca había venido a Lima de secretario de un abogado paisano suyo, distinguiéndose por su honradez al la.do de su protector y amigo. Antes, preceptor en Gorongo fué temido de sus alumnos, pues partidario del sistema de "la letra con sangre entra" los regimentaba a latigazos, que les ha- cía bramar y huir de la escuela, como me contó un sirviente nuestro .al verlo en casa y reconocerlo. También había adoptado un sistema preventivo y curativo para su uso personal: sin po- nerse jamás abrigo, nunca sufría de frío, pues se forraba todo el cuerpo en papel. Además cargaba -siempre consigo "un ner- vio de buey", especie de varilla inquebrable y dura con la que se daba golpes en las piernas y muslos durante horas .segui- das. Por miles habían de ser para su buen provecho; sobre to- do contaditos, pues muy seriamente nos decía: -"Hoy me he dado ya dos mil y pienso darme otros tantos más de aquí a la noche" ... pues en eso ocupaba sus ocios, como las beatas al rezar decenas de rosarios, en su ratos perdidos. Al año de llegar :de Europa a Alfredo lo había mordido un perro y tuvo fiebre durante varias semanas; el doctor Flores por supuesto se la combatía con quinina, pero Torres· al saber- lo, me ofreció sanarlo "con frotaciones largas y frecuentes" .. · Se lo dij e al doctor Flores quien también lo conocí.a y riéndo- se me dijo que lo dejara hacer, pues daño no le haría. Vino pues don Mariano y sentándose al lado de la cama del muchacho durante una hora cada día le frotaba la espal- ' da y las piernas. Al cabo de una semana, correspondiendo al
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