Mi Manuel

- 362 - que me solía repetir: -"De nada sirven los diplomas y títulos Universitarios". Pero yo los consideraba tan indispensables como proveerse de armas o siquiera de un buen bastón, par~ apoyarse en el camino, al salir de viaje. Al finalizar ese año de sus estudios Alfredo acababa de cumplir catorce años y aunque generalmente a esa edad un niño no sabe como orientar su porvenir, Alfredo estaba ya muy decidido a entrar a la Facultad de Letrns1y luego los estudios de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, para seguir la carrera diplomática. Yo por el contrario, mi ideal era que cursara Ciencias, por lo mismo que lo veía tan estudioso, pensaba que podría ser un buen Médico, llevando a la práctica las ideas de su padre al curar de balde a los pobres e imponerse a los ricos: el más creyente de los católicos no rechazaría al médico incr0- dulo, al saber que lo aliviaría de sus males. En fin quería ver- lo independiente de la férula de cualquier gobierno, del que de- pende siempre un diplomático. En cuanto a Manuel, como había sufrido de la intoleran- cia de sus padres, imponiéndole que fueise abogado, él querien- do ser ingeniero, nunca quiso intervenir:- "¡Qué sea cura o fraile si quiere, yo no me opongo a que haga su real gana!" ... decía en tono de broma, pero la verdad es que nunca fué entre padre e hijo, capítulo de discusión. Un día Alfredo se encontró con el señor V. Kiffer Mar- chand muy amigo nuestro y al saber que estaba en vacacio- nes le preguntó: ¿dónde pensaba pasarlas? Al contestarle que en Lima mi,smo y a bañarse ·en cualquier playa cercana, úni- ca distracción de la monótona vida :de Lima, el señor Mar- chand le preguntó si le gustaría ir a pasarlas en .su hacienda de San Regis, cerca de lea. Encantado aceptó en el acto el mu- chacho, pensando que nosotros no nos opondríamos. Asimis- mo fué y preparó 1 SU viaje. Tres días después lo acompañába- mos al Callao para embarcarse. Por supuesto era con nuestro completo agrado que se iba, pero un bao de tristeza empañó mis ojos al verlo partir, como anticipando al que sería el ver- dadero viaje años después ... Para él fueron semanas de encanto; muy bien recibido y atendido por los arrendatarios de la hacienda Monsieur et Ma- dame Turpeaud, él francés, ingeniero agrónomo recibido en Francia, ella peruana, Grimanesa Ca.cho nacida en Oaj amar-

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