Mi Manuel

- 360 - Conforme· su presencia era su altivez señoril; disticoso para comer, nunca se rebajó a ir a la cocina dignándose sólo aceptar los bocados escogidos que le dábamos en la mesa. Pero una vez lo ví robar y fué de una manera tan inte- ligente y original que merece contarse, no como un reproche. sino como una hazaña: estando sobre el aparador un vaso d~ leche, al poco rato de haberlo visto lleno, lo encontré vacío. Al preguntar quién se lo había tomado nadie me supo decir llamándome la a.tención delatadoras gotitas de leche salpica~ das en el espejo del mismo aparador. Lo primero que se me ocurrió fué echarle la culpa al gato, por supuesto, pero un hocico de gato no cabía en ese vaso estrecho, siendo además inexplicable que no quedara una sola gota en el .fondo. Para cerciorarme volví a poner leche en el vaso y desde el otro cuarto me puse en acecho. No tardó en volver el la- drón, nadie menos que todo mi señor "Mignon": metiendo la mano adentro del vaso, la sacaba empapada de leche como ~ una esponja, que luego lamía, saboreándola sin el menor apu- ro y así repiti endo hasta terminarla. Mucho nos admiramos de la sabiduría del animalito, ha- ciéndoselo repetir delante de extraños a quienes yo sometía el problema: -"¿Cómo puede un gato tomar la. leche de este vaso sin derramarla y hasta la última gota?" Nadie lo supo re- solver y sólo se convencieron al vérselo repetir. Despuéis 1 de la muerte de Cucho nos habíamos propuesto no tener más perro; pero las circun:stancias nos hicieron cam- biar de parecer. Una nueva cocinera que por casualidad no tenía hijo se apareció un mañána con un perro en brazos. Por varios días ignoré la presencia del animalito quien muy tímido no se ha- cía oír; hasta que un día lo encontré en el comedor jugando con Mignon. Caso raro amistad entre perro y gato; me llamó la atención y me gustó. Por supuesto los dejé dar sus, saltos, carreras y ladridos interviniendo pronto Alfredito en sus jue- gos, Manuel y yo de espectadores. "Terrible" se llamaba el recién llegado, sin duda por sus travesuras, pues su aspecto no era para infundir miedo a na- die. Color capulí, lanudito, tendría un01s seis meses, pero su lana era tan escasa que más parecía perro chino. Feísimo nos

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