Mi Manuel

- 355 - nece y yo dispongo de que esa mitad mía, cumpla con mi vo- luntad". Riéndose del mañoso argumento, le rodée el cuello con rnis brazos y terminó por ceder. No rne pesó mi intervención pues a mi parecer para esa fiesta, escribió Manuel lo mejor que ha producido. "Las Esclavas de la Iglesia". Lo más al alcance de las mujeres, lo que en el por- venir caracterizará m ejor su labor en el hogar y servirá de ejem- plo. Aun ahora mismo, yo me siento orgullosa, al pensar que gracias a mí tuvo que hablar y pudo decir, esas palabras ecos de nuestra propia vida; de la completa unión espiritual de dos seres que se quieren y en ·ella saben encontrar la verdadera felicidad. Esa Conferencia es el apoteosis del amor verdadero, el "Nuestro" del que me ·siento satisfecha haber inspira;do y com- partido. Aquí cabe incluir las siguientes líneas de Mrne. de Stael, escritas en su novela "Delphine" para que las mujeres mediten sus sabios consejos~ y les sirva de guía . "La mayor f elicida.d para una mujer es casarse con un hombre a quien ulla respete tanto como ameJ le séa superior por su inteligencia) por su carác~er y que en todo decida pa- ra ella. "Para que sea completa la finali.dad del matrimonio según la naturaleza) es precíso que el hombre tenga un mérito realJ una v1erdadera ventaja sobre la mujer y de ello goce ella, al reconocerlo. Desgracia.da la mujer casada teniendo que dirig'ir ella misma su vidaJ encubrir los de{ectosJ las peque'ñeces de su marido) librarse de ellos y soportar todo el peso de la exis~ tencia". Lo mejor es que Manuel jamás trató de ganarme a sus ideas: sólo el contraste correcto de su vida, comparado a la de los que me rodeaban, me conquistó: por un lado el enga- ño, la ansia de dinero, la vanidad, dominando sobre todo en los más creyentes y devotos. Por su parte: la sinceridad, el desprendimiento y la bondad en cada uno de sUJs actos y ha- cia todos sus semejantes. Por turno se sucedían en casa los que visitaban a Manuel; no los llamaré "amigos", pues los más, pasa.do algún tiem- po, desaparecían para no volver. Por eso en mis recuerdos, ciertas caras personifican épocas de- nuestra vida: escritor·e,s,

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