Mi Manuel

- 354 - Felizmente al otro día Manuel amaneció mejor y cual no sería nuestro asombro al ver de repente llegar a nuestro querido Cucho: solo, había sabido ·volver, guíado por ese sor- predente sentido de la orientación que poseen algunos ani- males y carecemos los humanos. Cansado, muerto de ,sed, no tenía aliento más que para llorar, al ser acariciado por nO's.- otros, sin consentir a que ninguno se alejara de él un mo- mento. Pero estaba alterado iSU sistema nervioso; le daban ata. ques ·en que perdía el sentido, quedando privado largo rato. Un día le dió uno de esos en la calle, lo pisó el tranvía y muerto nos lo trajeron. Muy tristes quedamos todos. Manuel no abrió un libro por más de una semana, lo que en él era la mayor prueba de abatimiento. Alfredito desorientado, extrañando al fiel com- pañero · de sus j uego1S·. A mí, la casa me pareció vacía sin sus ladridos y sus fiestas, sin esa nota de alegría comunicativa que nos dan hasta los animales a quienes queremos. En fin semanas de.spués ya vueltos a la normalidad en ese engranaje de los días que felizmente nos coge y nos ha- ce olvidar las cosas pasadas, buenas y malas, Manuel de nue- vo· ocupado en escribir recibió una tarde la visita de dos se- ñores: don Pedro Solari y don Arturo Molinari, Presidente. y Secretario respectivamente de la Masonería Italiana. Yo des- de la otra habitación oí rumor de voces, proteistas de Manuel y luego largo silencio; intrigada, entré, para saber de qué se trataba. -"Aquí nos tiene usted desairados", me dijeron al verme y explicándome haber venido a pedirle a Manuel les diese una conforencia, para una fiesta de la "Stella d'Italia". Manuel como siempre rehuyendo toda e4hibición personal, se había negado rotundamente. Entonces interviniendo yo y pre- guntándole a él por qué rehusaba, pretextó tener mucho que hacer. - "Bueno, les dij e, riéndome: Tomo a mi cargo el deci- dirlo y les ofrezco cumplir mi promesa". Muy alentados por mis palabras se retiraron agradecidos, ya sin tratar más del asunto. Cuando quedamos solos uno frente al otro, Manuel pare- ciendo muy enojado, me preguntó por qué había dicho eso ·; yo sin decir nada, empecé por besarlo: -"Tú, nada me pue- des negar, le dije entonces ; la mitad de tu persona me perte-

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