Mi Manuel
- 351- Alfredito ·en el colegio seguía avanzando en sus estudios, encantado sobre todo, de es0is 1 numerosos amigos con quienes jugaba en los recreos. Augusto Leguía uno de ellos, era de su misma edad y vecino ·suyo en la clase. "Rabanito" le decían por rosado y pequeño, personificando entonces muy bien el apodo. Vivía en la misma calle de Pando la casa subsiguiente al colegio y una tarde al salir convidó a Alfredo a ir a comer "mazamorra morada" hecha por su mamá. -"Le dij e que era muy buena, mejor que la tuya" me confesó después 1 , como arre- pentido de su infidencia hacia mí. Gracia me hizo el nuevo ca- so de conciencia, no previsto cr eo en el catecismo cristiano y otra vez en que hice yo también mazamorra le dij e convida- ra a Augustito a probarla. Exactamente igual pecó el otro mu- chacho, creyéndose los dos obligados a mentir para cumplir con ·el "serio compromiso" de contentar a las dos, pues segu- ramente .a cada uno le gustaba más la hecha por su propia madre. Desligado de la "Unión o Desunián Nacional" como más bien se le podía llamar, pues desde su principio habíamos pre- senciado sus interminables querellas intestinas, Manuel con- tinuaba su solitaria labor de saneamiento moral, al escribir en los periódicos independientes de aquella época. Cuando después de la muerte de Candamo lo reemplazó Serapio Calderón y éste convocó a elecciones pr.e-sididas por la Junta Electoral Nacional, cada partido presentó su candidato: Bl Civil a José Pardo, ·el Democráta a Nicolás de Piérola y el Liberal junto con la Unión Nacional se unió a una parte s 1 e- parada del Constitucional, encabezado por el Coronel Fernan- do Seminario titulándose Partido Federal. La Unión Nacional sin jefe, como lo establecían los esta- tutos de su programa, nombró una comisión para solicitar que Manuel aceptara representarlos ante sus dos aliados. Su pri- mer impul1so fué rehusar, pero accediendo luego a sus ruegos, aceptó para probarles ser "Hombre de acción", cuando lo exi- gfan las circunstancias y no sólo ' 'de. palabras" como se lo re- prochaban. Pero fué un sacrificio inútil, pues los liberales por no "gastar" como decían a su joven jefe Augusto Durand, no pre- sentaron su candidatura y en lugar de unirse a la Unión Na- -cional, votaron con los federales, resultando elegido el Coro-
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