Mi Manuel

- 346 - Hacia esa m:Lsma época vino a casa Javier Prado: medido y acompasado, muy fino en sus maneras; le hizo gracia ver a Cucho, echado como siempre a l01s 1 pies de Manuel y acaricián- dolo ganó todas mis simpatías. Muchos días antes había venido ·el hoy famoso crítico Ven- tura García Calderón; Manuel no quiso recibirlo pretextando estar resfría;do. Yo sola salí a la sala a manifestarle "s-es re- grets" de no poderlo ver . Venía para invitar a Manuel a una fiesta en honor de Chocano y después "d(jS· compliments d'usa- ge", deseándole pronto restablecimiento, se retiró. Era en pleno verano y al salir dejó en la sala tal hedor a mugre y sudor agrio, que hubo de abrirse puertas y ventanas para desvanecer el mal olor. Manuel al constatarlo me dijo en, t.re burla y asco : - "¡Cómo apesta a veces el talento 1•.. -"So- bre todo al ser de gordos desaseados, que no se bañan ni se mudan de camisa!" ... , agregué yo. También recuerdo de una extraña visita de don Manuel Iturregui, civilista y predominante 1ricacho de Trujillo, que por carta solicitó ver a Manuel. Después de comunes recuerdos sobre antigua amistad entre las dos familias, le dij o a Manuel venirlo a consultar sobre un caso de conciencia. -"Soy cató- lico convencido, pero mi razón rechaza creer en el infierno, a castigo eterno y sin apelación" -"Entonees , es usted protestan- te sin saberlo, le contestó Manuel, pues los dogmas de la reli- gión Católica son inmutables y forman un bloque único". Ca- llado quedó largo rato el buen señor, como abrumado bajo sus propios pensamientos, sin atreverse ya a discutir argumento tan decisivo, aunque no satisfacía sus, dudas. -"Con razón no cree usted don Manuel" ... , musitó no más, apenas a me- dia voz. Ya dejando el quisquilloso tema, conversaron de Francia, coincidiendo los dos en reconocerlo , "el país Ideal". -"Feliz usted, que nació en él" , me dijo a mí al despedirse y darme la mano, 1sin duda queriéndome decir: "sin la arraigada y faná- tica herencia española" . Al no ir ya Alfredito a la huerta, a montar a caballo, fué como antes la Portada del Callao, el centro de nuestros pa- seos semanales, ll egando a ir hasta el segundo óvalo de la ca- rretera. Grandes y coposos astrapeas bordeaban entonces to- do el largo camino, dándonos su sombra, mientras una con-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx