Mi Manuel

- 30- Tuvo gran gusto en volver a ver a mi papá, recordando juntos buenos tiempos pasados, aunque voh:1ntariamente aban- donados. Muy bien nos atendió, haciéndonos conocer los edificios más interesantes de Londres, llevándonos también a los alre- dedores, en esos vaporcitos que cruzan el Támisis; siendo muy nueva para mi esa vida de continuo paseo. Quince días después nos despedimos siguiendo viaje para Birmingham, donde mi hermano tenía un amigo, antiguo con- discípulo suyo que había venido varias veces a casa durante las vacaciones y al que había hecho la promesa de ir a visitarlo si alguna vez se le ocurría ir a Inglaterra. Pero nos sucedió un percance, antes de llegar a Birmin- gham: En una de las. paradas del tren, mi papá se bajó a com- prar periódicos, teniendo el cuidado de no perder de vista, el tren del que acababa de bajar, estacionado delante de sus ojos. Aunque le llamó la atención, como nos contó después, que de- morara tanto en dar señales de partir, continuó examinando los libros, con completa tranquilidad. Mientras tanto nosotros en nuestro compartimento, lo seguíamos esperando, hasta que de nuevo, partió el tren, sin que él hubiese vuelto a nuestro lado. Yo alocada me puse a llorar desesperadamente, pensando que algo muy grave le habría sucedido y sin que mi hermano, tan inquieto como yo, pudiera consolarme. Con la misma angustia los dos llegamos a Birmingham, donde al bajar un empleado de la estación nos esperaba con un telegrama en la mano, que nuestro padre había tenido la lu- minosa idea de hacernos, gracias a la amabilidad del jefe de la estación donde se había quedado. Nos avisaba simplemente: "estar bien, haberlo dejado el tren y partiría por el próximo". Ya tranquilos nos sentamos a esperarlo, llegando una hora después sano y bueno. Al verlo, volví a llorar, pero de alegría esa vez, besándolo y abrazándolo, loca de gusto, después del gran susto que me había pegado. Y nos contó lo ocurrido; habían separado los últimos va- gones de nuestro tren, siguiendo viaje sólo los de adelante, se- gún es costumbre en Inglaterra y que él ignoraba. Muy a tiempo llegó el amigo de mi hermano, para hacernos olvidar todo el mal rato. Al otro día nos vino a sacar en su co- che para hacernos visitar la ciudad y trayéndome una gran caja

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx