Mi Manuel
- 331- bre, dejándose quitar hasta su sopa de leche por su hermano, siempre voraz y angurrioso. -"¡Al fin negro!", decía Manuel, encantado en el fondo de ver el suyo tan sabido. También los llevábamos a pasear por la noche a la Plaza de Armas, nuestro paseo cotidiano, donde Chapeta nos seguía satisfecha de que sus hijitos fuesen en brazos de Alfredito y míos. Cerca de la pila, queríamos hacerles apostar carreras para -ver cual ganaba. Allí también salía victorioso el Negro, mientras mi Blanco sin moverse, husmeaba tranquilamente el aire del jar- dín que trascendía a jazmines, a esa·s horas de la noche. -"El mío es un filósofo" ... , decía yo, para disculparlo de su floj e- ra, "desdeña esos triunfos pueriles" ... Una tarde entrando a mi cuarto, encontré a mis dos pe- rritos peleándose un objeto extraño, fijándome ví que eran los restos de mi mejor so mbrero d ejado .sobre la cama; lo habían hecho destrozos repar tiéndo.se las plumas, llevándoselas aún cada uno en la boca, como trofeos del combate. Hasta que un día llegó la pobre Chapeta de la calle an- dando de un modo extraño, sus dos hijos la empezaron a ja- lar jugando con ella como siempre; pero en lugar de corres- ponder a sus caricias, la ví estremecerse nerviosamente y es- tirarse en el suelo: algún salvaje de ia vecindad la había en- venenado y sus, hijos seguían jugando con ella, sin compren- der su triste fin. Luego pensamos enterrarla en la huerta de Isabel, ponién- dola en un cajoncito y al otro día la llevamos. en coche. Los dos hijos nos acompañaban. Al vernos llegar, Isabel malició a que veníamos y llamó a don Tomás su jardinero-sacristán para llevarla. Al pie de un majestuoso palto, a más de un me- tr-o de1 profundidad, dejamos con cariñosa tristeza al pobre animal que. durante cerca de tres años nos había acompaña- do fielmente. Mientras., los. dos hijos correteando por toda la huerta, daban alegres saltos hasta por encima de la fosa en que iba a descansar su madre. Nos mortificó ver la completa indiferencia de· esos dos ingratos. Manuel a manera de con- suelo, hacía filosóficas comparaciones, de igual inconsciencia, entre algunos seres. humanos:. Al salir, una buena propina alegró los ojos del devoto jar- dinero, qufen al recibirla exclamó: -"Gracias patrón, será
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