Mi Manuel

- 330 - Todo le pusimos como a un libro grande: prólogo, notas explicativas, índice, sólo faltándole fe de erratas, por no te- ner ningún error. Para realzar su "cachet" poético yo le echaba gotas de esencia de violeta al agua en que remojaba el papel antes. de imprimirlo, para que al hojear sus fojas un efluvio perfuma- do llegando al olfato del lector, como un "avant-gout" poético, predispusiera su espíritu a gozar de su lectura ... Muy orgulloso.si quedamos del resultado obtenido, precio- so nos parecía nu 0 .stro libl'ito. Cada tomo fué numerado como se estila en las ediciones de lujo y llevó impreso el nombre de la persona a quien era destinado. El número uno decía "A Ma- nuel, la editora de tu primer tomo de versos", Adriana. i·!Iás tarde este librito primorosamente empastado, ha sido obsequia- do a la Biblioteca de Washington, pensando .ser el lugar más seguro contra la polilla y uñas peruanas, ambas plagas natu- rales del ambiente. El número dos. ·se lo dediqué a mi hijito: "A Alfredo Gon- zález Prada, mi colaborador tipográfico". Los demás, los repartimos entre nuestros amigos y supon- go sean muy pocos los que lo conserven, pues meses después tuve en las manos el tomito obsequiado a Mr. Steane, profesor de inglés de Alfredo en ·el Instituto de Lima y muy mal trato le había dado a mi pobre librito. Lo ví lleno de anotaciones, probables sabias correcciones hechas por ·el ignorante de su dueño y se me llenó de amargu- ra el corazón, como debe ser para una madre, al ver a un hijo suyo, venido a menos. Nunca traté de ver otro, temiendo su- frir nuevo desengaño, sabiendo no más que otros los habían vendido a vil precio. Nosotros aun conservamos la maquinita, como trof.eo glorioso de una prueba de amor. Durante esos últimos meses: 10 de julio de 1905, tuvo "Chapeta" hijitos; uno negro y el otro blanco que respectiva- mente nos agarramos Manuel y yo. El Negro como lo llama- mos era lisísimo, vivo y batallador; al mes de: nacido Manuel lo metía en el bolsillo izquierdo de su saco y allí en el borde, S·acando las do·s manitas como en un balcón, tenía la lisura de gruñir y ladrar a los que se acercaban a saludar a Manuel. El mío, el Blanco, por el contrario era una pasta de mansedum-

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