Mi Manuel
XXIX MINUSCULAS Hasta que entre los dos se nos ocurrió reunir esos versos sueltos, y formar con ellos un librito que se llamaría. "Minús- culas", tanto por el tamaño de sus composiciones, como por su forzoso diminuto formato. Lo más difícil era obtener de Manuel la promesa de seguirnos dando "material" adecuado. Yo sabía que tenía varios manuscritos de versos guarda:dos desde muchos años atrás· que yo nunca pude descifrar por la di- minuta letra y por parecerme mortificarle que los leyera. Yo respetaba mucho esa especie de pudor que ya sabía tienen los poetas con sus verso.s, guardándolos escondidos como en un "jardín secreto" donde no quier·en penetre nadie sin su volun- ta;d. A veces, algunos imbéciles han pretendido aguijonear mis celos, recitándome versos amorosos de Manuel, publicados en años en que yo ni había nacido aún. Fuera de la canallada, no le veo otro intento, que el de herir mi gran afecto, sin ningún provecho para ellos, ni lograrlo felizmente. Con mucho esceptici 1 smo combatió Manuel nuestro proyec- to, haciéndonos burla de que pronto nos cansaríamos: era. no conocer la tenaz constancia de mi carácter ni el de su hijito, que en algo bueno había de parecerse a su madre. Por fin accediendo Manuel a nuestras exigencias, quedó convenido que ·entre los tres nos repartiríamos el tr:ibaj o : El, nos. daría el material, Alfredito lo caj earía y yo lo imprimiría. Instalados los dos en la vientana de reja, 1 sin que nadie se enterara, fué nuestro mejor entretenimiento durante seis meses. Entusiastas vimos progresar poco a poco nuestro futuro libro que constaría de cien páginas y la edición de cien ejemplares.
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