Mi Manuel
- 320 - Meses después el mi:smo doctor Patrón recibía 40,000 soles del Gobierno y partía para Alemania a publicar sus estudios is obre "El zúmero y el origen de. los Indios del Perú". Se lle- vaba "una" intérprete muy bonita que hablaba alemán, dejan- do a su mujer y a sus doce hijos 1 en la mayor necesidad. Entre los numerosos amigos que venían a casa don Ga- bjno Pacheco Z·egarra era tal vez el que menos pretendía tur- bar la tranquilidad monacal del ambiente limeño con luchas subversivas. El ,sólo venía a discutir sobre reglas poéticas, en- cantado de encontrar en Manuel un fino ''connai.sseur". Cuzqueño, de unos cincuenta y cinco años había pasado la mitad. ele su vida en Europa. Primero 1 en París, como Attaché a la Legación del Perú luego en España, profesor en la Uni- versidad de Salamanca. · Muy ilustraJdo y gran quechuista, había traducido al fran- cés el "Ollantay" el célebre drama incaico valiéndole fama en- tre los lenguísticos europeos. Hora:s largas pasaba divagando con Manuel sobre las va- riadas interpretaciones del arte poético; ambos en su elemen- to al comunicarse sus diferentes o iguales criterios sobre la materia. Las má;s1veces me quedaba yo a ,escucharlos, aunque con- fieso humildemente no siempre ·entenderlos, muy callada, re- concentrando toda mi atención en mi prosaico bordado al la- dc de ellos. Al decir ser cuzqueño, creo recalcar bastante tuviese mu- cho de indio a la vez que dominaban ,sus marcadas facciones de blanco, pareciendo .enorgullecerse mucho de ellas, pues presu- mía de buen mozo. En casa, como en casi todas las familia:s, las cocineras salen a su casa a medio día y otra inveterada costumbre en Lima, es que todas ellas tengan hijos, mansamente aguantadas por las patronas, trayéndolos "a su trabajo". Siempre me han dado pena ·esas pobres criatur.as1 y las he recibido con lásti- ma, tratando de endulzar sus pequeñas vidas con obsequios y cariño. Una de las tantas tardes en que venía don Gabino, estan- do la mampara abierta por ser verano, pasó la cocinera con su chica y entró ésta como siempre, a darme una amable despedida. -"Hasta lego ñañita", me dij o con la lengua de
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