Mi Manuel

- 319 - humor, le dij e que los hombres como él, cuando llegaban a te- ner dinero acababan por ir a una sacristía a ayudar misa, co- mo lo había visto hacer a un fundador del antiguo partido liberal. -"¡Usted me insulta. señora!", me dijo muy airado y yo con calma aparente insistí, diciéndole ser el camino trilla- do que siguen todos los ricos al envejecer. Al poco rato se fué, sin ser muy afectuosa la despedida; por supuesto no vino más, ni falta no.s hizo volverlo a ver. Por una vez resulté profetiza: pues años después no solamente acabó de rezador, sino escribiendo versos a la Virgen y a to- dos los santos, en el "Pan del Alma", periodiquillo conservador, muriendo entre frailes y agua bendita. Aunque Renan en el prólogo de su libro "Souvenirs d'enfance et de j eunes.s e" dice que ' :sólo se :debe escribir lo que se ha amado. El olvido y el silencio ser el castigo impues- to a lo f.eo y vulgar que se ha encontrado en el paseo de la vi- da", no puedo yo .dejar de recordar esas "cosas feas" .siendo desgraciadamente las que más abundan en la vida, sobre to- do las que hieren y dejan más huellas entre los recuerdos. Pocos quedaban de los primeros fundadores de la "Unión Nacional". Calmados los primeros ardores del momento y la larga ausencia de Manuel en Europa, probándoles que real- mente no tenía ambición personal, habían resfríado lns 1 entu- siaismos y venían algunos a exponerl 1 e a Manuel sus proyectos de transacciones fructno sas, como van a veces al conf.esiona- rio a confiar al sacerdote las faltas aún no cometidas, pero que la. conciencia les rep rocha al sólo hab erlas ya pensado. Y así vino una noche el 1doctor Pablo Patrón a hablarle corno .en son de broma a la vez que descubrí.a el fondo de su yerdaderc p5nsamiento: -"Dej émonos de e ... andideces don Manuel, yo con mi "ciencia 11 voy a engatuzar al zambo Piérola, usted sobán- dole la pantorrilla en lugar de atacarlo, fácilmente le sacará una plenipotencia ·en Europa ... Y nos vamos allá ... lo demás es candelej onada; este país no merece, ni estima los sacrifi- cios<. . no pierda usted más su tiempo!". . . Con pena oímos aquella noche hablar a este hombre que en otros tiempos ha- bía sido un honrado y fogoso luchador. No. todos se expresa- ban con tanto cinismo, pues graduaban sus confidencias a me- dida de su intimidad con Manuel, pero en el fondo era el mis- mo raciocinio más o menos velado.

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