Mi Manuel
- 317 - No estaban resentidas conmigo, al contrario parecían go- zar al verme feliz. Sólo la. madre Alodia la más inteligente, puso cierta malicia al r ecomendarme "que no me dejara in- fluenciar demasiado", comprendí que ,aludía a la increduli- dad de Manuel, al mismo tiempo diciéndome me cuidara de la "influenza" enfermedad que abundaba en Lima en ese tiem- po. Con cierta p ena me despedí y fué en efecto la última vez que ví a dos de ellas, pues a Manuel no le gustaba mucho esas reminiscencias del pasado, ni esa especie de cariño místico a todo lo que era convento, temiendo que me alejasen de él. Seguía su marcha la Unión Nacional aunque muchos des- alentados la habían abandonado para ir a engrosar las, filas del Gobierno pretendie.ndo puestos públicos; pero otros venían a reemplazar a los desertores, mostrando tener fe en el porve- nir de la buena causa. Bien comprendía Manuel que era tan difícil atraer a los indiferentes a las luchas políticas, como conservar a 1 SU lado a los ansiosos1 de llegar pronto a sacar provecho inmediato. Cuanto más que al acercarse nuevas elecciones, el gobierno re- doblaba su rigor en acallar a sus opositores; siendo cada día más difícil hablar y escribir con libertad. La Unión Nacional había logrado sacar un periódico "Ger- minal" y no tardó Piérola en suprimirlo valiéndose 1de un juez de paz venal y de un fingido deudor, que se pres,entaron al pequeño taller, llevándose las, prensas y los tipos, arruinando a su infeliz dueño, no pudiendo ya trabajar. Nada valieron las protestas de los de provincias al saber- lo por la "Integridad" de Gamarra; teniendo que callar ante las amenazas de la autoridad y la indiferencia del pueblo de Lima. Al acercarse el verano pensamos ir al Barranco como acostumbrábamos antes, para gran placer de Alfredito con la perspectiva de paseos por el campo. En frente de casa en una ventana de reja, vivían unas ni- ñas dueñas de una perrita: "Chapeta" a la que Alfredito ha- cía cariño y a menudo daba de comer. El animal agradecido le correspondía con grandes fiestas y frecuentes visitas. Sus dueñas al ver las carretas delante de la ca,sa, comprendieron que partíamos al campo y llamaron al niño preguntándole por
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