Mi Manuel

- 316 - También habían vuelto a vernos las hijas del doctor Cua- dra, muerto él y su señora du~ante nuestra ausencia. Mucha pena nos dió al verlas, recordar a nuestros buenos amigos y compadres prometiéndoles a las niñas irlas a ver a Belén do~~ de se educaban. Habían pa1s 1 ado varios meses sin cumplir nuestra prome- sa pues queríamos antes, ir a casa de la señora Rosa O. viuda de Cuadra tía y tutora de ellas, a pedirle nos diera una tar- jeta de autorización para verlas, como sabía yo era la regla del colegio. Allí en la casa de esa señora nos encontramos con don Manuel Candamo antiguo condiscípulo de Manuel y sobre to- do gran amigo de Francisco ; juntos recordaron esos años va lejanos de San Carlos. El domingo siguiente fuí a Belén con Alfredito. Con bas- tante emoción me 1acerqué a la puerta de mi antiguo colegio, pareciéndome ser ayer no más, colegiala aun, cuando pisaba el umbral de esa misma puerta por donde había pasado tantas veces. Nada iestaba cambiado: hasta la misma portera me abrió la puerta y sus brazos al reconocerme y haciéndome en- trar como antes. Fué a llamar a la·s niñas Cuadra y a mis an- tiguas maestras llevándome a un saloncito adentro del cole- gio. Casi todas las mismas monjas estaban allí, al menos mis preferidas, la madre Alodia, que tan bie'n me había defendi- do de la malignidad de otria monja; la madre Clemencia, mi maestra de piano y la madre Marie Alexis que tanto me había engreído y preferido como ella misma me lo repitió ese día. Todas ellas abrazándome, acariciando a Alfredito, encantadas de oírle hablar francés; tan contentas como yo de volvernos a ver. Me sentía rejuvenecida, sintiéndome otra vez colegiala en medio de ellas. No me parecían envejecidas, :sólo 1algo momificadas en medio de ..sus cofias y hábitos blancO's, reconociendo sus mis- mo·s gestos, ·sus mismas entonaciones de voz, igual que antes, sin haber cambiado. Alguna tristeza sentí no más' al pensar que ·así igual a ellas podría haber pasado mi vida en esa so- ledad de corazón y en esos fríos claustrns~ si no hubiese en- contrado el cariño de Manuel que me hiciese conocer la ver- dadera vida. . . la del amor.

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