Mi Manuel

- 312 - de beatas descalzas, todas clamando venganza al cielo por se- mejante despojo: "¡Plata de la Virgen!", .exclamaban per,sig- nándose devotamente y entre ellas se daban el pésame compun- gidas; ¿quién sabe si en sus adentros no sentía cada una, no haber sido la autora del delito? ... Al premeditar el "despojo" las Antadillas no habían deja- do de estar bien con Dios: sólo habían cambiado de campana- rio, yendo a San Pedro, en lugar de ir a los Descalzos. Segura- mente fueron aconsej atlas por los padres j esuítas, ma.estros expertos en el arte de birlar herencias, tal vez es.peranzados en rSacar tajada o simplemente encantados de hacerJe.s una mala pasada a los franciscanos, sus ·eternos rivales. ¿Quién es tu enemigo? El de tu oficio ... Justamente en esas circunstancias llegamos nosotros de Europa y mucho nos alegramos al saber lo acontecido. ¿Todo no era preferible que el ver caer ese dinero en el COistal sin fon- do de la codicia frailuna? Cuando Isabel dándome la quej.a del proceder de mis ami- gas me contó lo sucedido, yo no pude menos que manifestarle mi opinión: -"¿Qué le puede importar a usted la suerte de Bse dinero? ¡Dios sólo le pedirá cuenta de lo que le habrá da- do ¡ ... ! Me miró con extrañeza como pensando que yo inter- pretaba mal los intereses de los ministros del Señor; pero no me contestó, compl"endiendo que no estábamos en el mismo plano para juzgar esas cosas.

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