Mi Manuel

- 309 - En vano .esperaron largas horas la anunciada poblada, na- die 1 se presentó, habi 1 endo lograldo su propósito de espantar a lo.s maleantes mercenario1s1y en una última despedida se reti- raron todos. Es probable que muchos de estos jóvenes no habrán se- guido siempr 1 e 1 ese camino recto que les dictaron ese día sus entusiasmos juveniles; pero seguramente ahora, todos ellos re- cordarán con orgullo íntimo, ese impulso generoso que tuvie- ron entonces. Tampoco Manuel lo olvidó nunca. En cuanto a mí, hasta ahora 'Se lüs agradezco por el rato feliz procurado a Aquel que marcó el camino a esa juventud que recién hoy pretende se- guir sus huellas en la persona ide Víctor Raúl Haya de la To- rre, joven estudiante que fué presentado a Manuel :en la Biblio- teca, como dice Luis Alberto Sánchez en "Don Manuel". Muy pronto Alfredito 1 se había asimilado a la vida perua- na, mimado por lo,s; que y;enían a vernos, se 1s.entía importan- te y feliz en esa iatmósfera de cariño. Justamente. en ese tiem- po teníamos de cocinero a un francés Arthur, que había asis- tido a la batalla de Solf.erino y como antiguo soldado recorda- ba aún los triunfos de su batallón. No 'era terminar mal su carrera militar dedicarse ahora al arte de Brillat Savarin, pues mientras movía sus sabias salsas, empinaba ,el codo, compar- tiendo con sus caoerolas ,el vino que les debí.a echar y renacía su ardor bélico; lo mismo al añadirles esas fragantes hojrus de laurel para sazonarlas mejor, recordaba aquellos otros gloriosos laureles cosechados en el campo de Honor. En Alfredito ,encontró un ciego .admirador, incansable en oírle r.epetir cien veces la;s m1smas hazañas. Un día Manuel le enseñó a Alfredito l 1 a esp~da que usara cuando era segunldo Comandante de la batería del Pino y un Winchester traído del campo de batalla, que conservaba co- mo recuerdo de esa triste época de su vida. Pronto se adueñó Alfredito de esas reliquias y fusil al hom.bro, sable al cinto, seguía las lecciones del antiguo soldado que le ensHñaba a mar- char. El callejón era 1el campo de sus maniobras; obedecien- do a las voces de mando de su jefe, adiestrándose en todas las evoluciones militares.

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