Mi Manuel

- 25 - Alfr·edo, que tantas veces me los había oído recordar y quería él también conocer. Fuimos a la "Chauis·sée", ya ni rastro quedaba de nuestra estada allí. Los curas que le compraron a mi padre todos esos terrenos para construír un nuevo Seminario, no realizaron nunca sus proyectos y nadie nos supo decir si eran todavía los propietarios, o 1si a ,su vez los habían vendido. Fuimos también a la "Visitación", allí justamente encon- tramos a esos mismos padres del Seminario, ocupando mi an- tiguo convento. Nos permitieron entrar y volví a ver los claus- tros, el jardín, la capilla donde expusieron después de muerta a mi querida hermana, revestida de su traje de primera comu- nión, para ser llevada a su última morada. Todo eso volví a ver con la emoción y tristeza de las cosas que creímos ya no existir más que en nuestro recuerdo. Los mismos padres nos explicaron donde había sido tra:s·- ladado mi antiguo pensionado. Al llegar y decir mi_nombr·e, no·s recibieron en el "parloir" y cosa increíble allí había todavía una monja de mi tiempo, que r ecordaba a mi mamá, a mi hermana, aunque no reconoció en la anciana de setenta años, a la chiquilla que entonces, era yo. Fué con bastante emoción que mencionamos ambas nues- tros antiguos recuerdos: mis viejas maestras muertas ya, mis compañeras, varia·s de ellas consagradas al servicio de Dios. Al salir, mi hijo les obsequió una limosna para sus pobres, al aceptarla le dijeron que nos recordarían en sus oraciones.

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