Mi Manuel

- 297 - Colón casi completamente destruído por frecuentes incen- dios presentaba entonces un desolado aspecto, quedando sólo unas cuantas casas, escapadas milagrosamente del terrible fla- gelo. En medio de esa desnudez sólo aparecían los restos de an- tiguas cajas de fierro respetadas por el fuego marcando única- mente el sitio donde habían habitado sus dueños; mientras que el aire salobre del mar y las lluvias, acabasen de corroer estos últimos vestigios de riquezas y vidas pasadas'. Pero no podíamos rehusar que nos enviasen cada día des- de a bordo ricos pollo.s asados, pasteles y mil golosinas que amablemente l e m andaban al muchacho y que no habríamos conseguido en e.se desierto lugar. Luego por las tardes venían nuestros amigos y juntos íba- mos a visitar los antiguos trabajos del canal. Empezados por los franceses diez años anteis y dirigidos por Ferdinand de Les- seps, llamado antes "le Grand frangais", por el éxito de sus tra- bajos en ,el Canal de Suez. Aquí Francia había sufrido el ma- yor de los descalabros por los millones gastados y robados por los especuladores y la consiguiente quiebra de la Compañía. Daba lástima contemplar el amontonamiento de ruinas de lo que no llegó a existir: maquinarias, herramientas, ya.cían de- terioradas en el suelo. Los franceses habían ejecutado la terce- ra parte de la obra pero las lluvias y la feracidad de la natu- raleza en 1 ese clima ecuatorial habían rellenado las trincheras abiertas al precio de la vida de miles de hombres. Sólo el ce- menterio situado no lejos y que visitamos también, daba fe de su número y calidad: ingenieros, médicos, etc., no quedan- do de ello.s más que sus nombres ins.critos sobre pobres cruces, prontas a desaparecer también con el tiempo. Ya los america- nos continuaban la obra, pero habían empezado por el lado opuesto y allí no se veía el progres.o de sus tra.baj os. También venía con nosotros, Monsi eur Baron "l'Agent des Postes" de a bordo, representante del gobierno encargado de la correspondencia y puntual salida del vapor, en cada puerto. Gran coleccionista de ¡cangrejos! los cazaba en la playa y los conservaba en alcohol. Allí abundaban y de los más vivos colores: rojos, v.erdes, azules, amarillos, en eso pareciéndose a las mujer,es del lugar, para quienes nunca son demasiados chi- llones los colores de sus vestidos. Al regreso ladeando el mar,

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