Mi Manuel

- 295 - teur !" ... , la repetían, seguros de interpretar los des,eo,s de la mujer. Sin embargo no lo vencieron ni las ocasiones ni los alentadores pronósticos de sus amigos y concluyó el trabajo sin haber ultrapasado los límites de su simple: labor profo- sional. Por fin llegamos a la Guaira donde sólo al otro día des- embarcarían los pasajeros para tomar el tren hasta Caracas. Siendo la última noche que la señorita Lea pasaría a bordo y queriendo tal vez, estar lejos de las miradas indiscretas pa- ra despedirse de él, le pidió al doctor la acompañase a dar un paseo por el muelle. El aceptó y sus amigos los vieron ba- jar los dos de brazo, no sin un poco de envidia tal vez ... Sin ,embargo, no duró mucho tiempo el paseo, biert pron- to percibieron fuertes gritos, alarmando a los que los oye- ron. Corriendo hacia la dirección por donde los habían visto partir, encontraron al infeliz doctor en una crítica posición; el piso del muelle era formado de vigas anchas intervaladas a medio metro de distancia una de otra y el infeliz distraído como siempre y quizá más que nunca en ese momento, había caído en el vacío sosteniéndose sólo a pulso a una de las vi- gas, en peligro de desaparecer en cuanto s,e soltara. A tiempo llegaron sus amigos para jalarlo y salvarlo; tenía un gran rns.petón en la nariz sangrando abundantemen- te; sólo su gorra había caído al mar, f elizmente única víctima expiatoria de la semi-tragedia. La muchacha se metería a su camarote y al otro día tempranísimo desembarcaría, pues no se le volvió a ver. Hizo bien: todos estaban furiosos contra ella por haber expuesto al doctor a tan eminente peligro. En vano buscó Alfredito a su gran amigo por todos los lados; avergonzado de ser el héroe de una hazaña tan poco gloriosa, en varios días no se le vió, hasta que lo olvidaron, concentrada la atención de todos, en nuestra próxima negada a Colón. La hermosa isla de Cuba, la perla de las Antillas, ocupa- ba entonees la atención del mundo por estar en guerra con Es- paña, que defendía con ahinco ·su última posesión en estas tie- rras de América, donde casi todas habían sido suyas, ya inde- pendizada;s una tras otra. Acababa de complicarse la lucha con el alevoso ataque al "Maine" buque americano, achacando ,el delito a los Bspañoles,.

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