Mi Manuel

- 289 - dente reserva y fingiendo la misma ignorancia que ellos, les pregunté si habían ido al baile. Lacónicamente me contesta- ron que sí, sin decir más. -"Manuel y yo también estuvi- mos" ... , les dij e con tono de burla soriente. -"¡Cómo!, era usted, no la reconocimos", contestó uno de ellos muy sorpren- dido. Ya me dí cuenta de la mañosa res·erva que se tienen los hombres entre ellos, guardándose secreto, tapando sus fecho- rías. Ya con toda libertad empezaron a bromear, a contar las mil hazañas escabrozas que van a ver o hacer, en un baile de máscaras. Muchas semanas habían pasado desde nuestro regreso a Burdeos, .sin decidirnos a partir, dejándonos vivir en ,esa co- modidad de la vida de viajero, sin tener que preocuparse de los pequeños detalles del hogar algo odiosos, a pesar de su aparente insignificancia. Continuos reclamos nos llegaban de Lima insistiendo en que regresáramos al Perú y como quien sacude una dulce somnolencia, haciendo esfuerzo de voluntad, fijamos defini- tivamente el 28 de marzo para partir. Ya terminados nuestros preparativos, la ví.s 1 pera nuestros amigos de la casa nos ofrecieron una comida de despedida a la que estuvieron invitadas Madame Dagez y su hijita. Los dos muchachos se renovaron mutuas promesas de ·eterna amis- tad, Monsieur Laurore le regaló a Alfredito un aro de serville- ta para que al usarlo recordara siempre a su antiguo vecino de mesa de la rue Franklin, llevaba 1 sus iniciales grabadas y la fecha del día. Le duró varios años, hasta que se gastó y des- hizo pero sobrevivió siempre en ·su corazón, el recuerdo de su grnn amigo. Como en Madrid, se hicieron también un deber de acom- pañarnos hasta el tren. Allí nos besaron todos indiferentemen- te entre señoras y señores como es 1 costumbre arraigada en Francia, siendo un simple ósculo de paz, confirmando la más franca y sencilla amistad. Horas después llegábamos a Pauillac donde estaba ancla- do el "Saint Laurent" listo a partir para Colón. Hasta que más tarde .alzó anclas el vapor.