Mi Manuel
- 287 - Hoff con su violín. En el acto Alfr,edito aprovechaba la ocasión para dormirse en los brazos de su amigo Lilí. Una noche es- tando en lo mejor de su sueño se acercó Mlle. Cisneros, cuba- na, soltera de unos cuarenta años y muy miope, se sentó, al la- do de ellos contemplando cariñosamente al niño dormido y to- mándole la mano se la hesó; pero noté que era la del amigo que llevaba devotamente a sus labios. Mr. Laurore sonriéndose no protestó; tampoco yo dij e nada, quedando todos callados ante la pequeña equivocación, de la que ella ni notó la dif e- rencia. Pasadas alegremente las fiestas de Pascua y Año Nuevo, llegó el 6 de enero, día de Heyes, que en Francia celebran co- miendo "le gatean des rois"; adentro del bizcocho esconden una haba y es elegido Rey quien la encuentra. Ese mismo día era el cumple.años de Manuel y guardándonos el secreto entre los dos, les ofrecimos champagne a nuestros amigos, con el pretexto de brindar a la salud del Rey que le tocó ser Monsieur Laurore y me escogió de Reina, besándome galantemente la mano, como es costumbre. De grato recuerdo era para Manuel y yo esa fecha en que nos conocimos, allá en su casa de La Merced, y decidió la suer- te de los dos; con doble placer chocamos nuestras copas ... En Francia admiran mucho a los españoles, teniendo por eJlos aquel respeto o devoción, que se guarda a lo desconocido. En cambio, aborrecen a los franceses en España, simpatizan- do con los alemanes, por simple espíritu de contradicción, por ser enemigos de Francia. Así nos hacían preguntas sobre las costumbres peruanas que tanto se parecen a las de los españoles. -"¿Se enamoran también, guitarra en mano debajo del balcón como en España?, me preguntaban riéndose de la simple suposición. -"Ya lo creo ' , les afirmé yo muy seriamente. -"¿Y el señor Prada, así la enamoró a usted?" No me querían creer, cuando les asegu- ré que sí, pareciéndoles un imposible concebir a todo un se- rio señor Prada "pelando la pava" al pie de mi ventana. -"Pe- ro sin guitarra", añadí riéndome, "pueis él no toca ni canta". Algo se sonrojó Manuel, al oírme dar esos pequeños detalles, sin tampoco atreverse a negarlos por ser la verdad.
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