Mi Manuel
_:._ 279 - ciales comidas criollas y de los ricos dulces que hacían las mon- jas en los conventos.-"¿ Qué es el llamado en Cuba, Dulce de Lima?") me preguntó don MatíaiS 1 ; según me explicó, comprendí que se trataba del manjarblanco y hasta me ofrecí ·eh hacérse- los probar. Con el permiso de doña María me instalé en la cocina, có- modamente sentada; cuchara en mano, como guerrero listo al combate, y frente a un gran perDl de leche, empecé a mover el blanco manjar. Más de dos horas demoró el dulce "en tomar punto" y durante ese tiempo la cocina fué el centro de reunión de todos los huéspedes que venían con pretexto de ayudarme y cuidarlo ellos también. A la hora de los postres, cuando trajeron a la mesa el dul- ce limeño, fué recibido con aplausos y un entusiasta "¡Viva el Perú!" ... Hesultó riquísimo: recordándole a Manuel sus viejos tiem- pos de Lima; los demás me ovacionaron al probarlo, agradeci- dos por el sabroso bocado. Pero toda medalla tiene su revés y pronto estos triunfos se tornaron en d":_:; gustos para mí. La due- ña de casa de carácter irrascible y que don Matías llamaba irres- petuosamente "la vaca triste" me reprochó haber traído el des- orden, en su antes tranquila casa de huéspedes. Ya no volví a pisar su cocina a pesar de los ruegos de todos, pidiéndome Ie.s volviese a hacer el rico "manjar-blanco" peruano. Al tratar más íntimamente a nuestros amigos los fuímos conociendo mejor, dándonos cuenta de pequeños detalles que antes· nos pasaban desapercibidos: todos más o menos estaban enamorados de doña Remedios y a cada rato despuntaban entre ellos los "pícaros celos". Don Matías y don Joaquín erau los dos gallos que más a menudo se afrentaban, por supuesto con cierto disimulo, para no comprometer a Su Dulcinea. Desde la otra casa Alfredito cantaba unas coplas satíricas contra los entonces célebres toreros Bombita, Guerrita y Rever- ter; pero el muchacho se equivocaba y decía "Reverte" resultan- do jocoso aplicar al ministro del que don Joaquín era el secre- tario, los triviales reproches hechos al torero. Le hizo mucha gracia a don Matías la j nocente equivocación del muchacho ha- eiéndoselos repetir en la mesa, delante de don Joaquín para mor-
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