Mi Manuel

- 278 - puede ser de limón, si no tiene o", me decía y volvía a repetir las letras. Ya fijándome, rectificaba yo mi error y entonces sa- tisfecho, chupaba su dulce hasta concluirlo. Luego con otro caramelo, se repetía la mi 1 sma escena. Al fin aburrida y des- pierta ya del todo, me levantaba para vestirlo. Por supuesto Manuel en lo mejor de su sueño, quedaba ajeno a nuestras luchas acarameladas y continuaba durmien- do tranquilamente. Mucho se interesaban nuestros amigos españoles en saber las costumbres de Lima. No diré que fueisen tan ingenuos como en Francia donde hasta me preguntaron si al volver Manuel a su paiH, usaría otra vez el vestido nacional. Dos veces me hi- ce repetir la pregunta, antes de comprender que era un modo disimulado de saber si aun se vestían con plumas en el Perú. Mi primer impulso fué "tomarle el pelo" a mi interlocutor y contestarle afirmativamente; pero la risa ahogó mi voluntad y neutralizó mi burla, al imaginarme a todos los peruanos con sus coronas y taparrabos de plumas, andando muy serios por la.s calles de Lima, pensando luego que el verdadero salvaje, era quien me lo preguntaba. También recién llegados a París, al visitar el Museo Etno- gráfico del Trocadero, ien la sección referente a la época de los Incas, vimos en una vitrina, una momia con ente rótulo: "Da- me péruvienne en habit :de fete". Con Manuel comentamos el fanttis.tico letrero y lo conté al escribir a Lima. Don Abelardo Gamarra al saberlo, protestó mordazmente en su periódico "La Integridad" y entonces nuestro amigo, aun Ministro de Francia en Lima Mr. Pinat de Saint Didier intervino, haciendo rectifi- car el imperdonable error. Meses después, constatamos con agrado que un nuevo y correcto letrero reemplazaba el anterior diciendo: "Momie pé- ruvienne en habit de fete du temps des Incas". Los españoles no incurrían en semejantes barbaridades, es- tando mucho más enterados que los franceses de la cultura del Perú; (et pour cause) pero les interesaba saber si aun predo- minaban allá, las costumbres netamente españolas impuestas por ellos y nos acribillaban a preguntas. A veces, Manuel se en- cargaba de contestarles dándoles finos y satíricos púazos·; yo más conciliadora, preferentemente les contaha de nuestras espe-

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