Mi Manuel

- 276 - Pasados los primeros meses de la boda del nuevo dueño de casa, como buen catalán, quiso sacar mejor provecho del negocio y desmejoró la comida. Sin darles ninguna queja sim- plemente nos mudamos. Justamente nos recomendaron otra casa de huéspedes al frente, en la misma calle y allí nos pasamos. Los nuevos dueños eran gallegos·; ella, doña María mujer de unos cincuenta años, alta y gorda, parecía llevar los panta. Iones en el. matrimonio, pues el marido, de menos edad, siem- pre muy callado a 1SU lado, le obedecía al dedillo. Con la ayu- da de dos sirviente.s manejaba ella la casa contando ocho hués- pedes cuando llegamos. ·Nos recibieron con mucho cariño y siendo Alfredito el único niño, en el acto se hizo amigo de todos·, tuteándolos co- mo es cnstumbre en España. , Eran tres las señoras que vivían en la casa: doña Virtudes, de unos sesenta años, cuidaba de su sobrina doña Remedios, joven y bonita, casada, pero semi-viuda, pues el marido ausen·- te, S·ervía ·en Filipinas con grado de comandante en el ejército español. Solas las dos se acompañaban mutuamente. La otra señora era doña Matilde Garibaldi viuda de Juliá, de unos cincuenta años bien conservada y aun hermosa. Le tomó simpatía a mi hijito y al hacerse su amiga, muy pronto lo fué mía también. Se enternecía al vernos tan unidos lo.s tres y tan felices, haciendo contraste con su propia vida, según me contó después, al tener más confianza. Muy joven se había ca- sado con un viudo que tenía dos hijas grandes y entre los .tres la habían hecho muy desgraciada. Ahora, desengañada de la vida, reconcentraba todo su afecto en los seres pequeños; tenía un periquito que me decía ser el "consuelo de su vida", y en efecto el animalito parecía corresponderle con una inteligencia. casi humana. Los demás huéspede.s. eran hombres: el mayor don Matías Padilla de unos cuarenta años, antiguo coronel cubano, del ejército español ahora, vivía en Madrid. Cambiando de arma, blandía ahora una pluma en lugar de .su antigua espada. Es- critor, crítico teatral, firmaba sus crónicas en distintos perió- dicos con el seudónimo el "El Abate Faria".

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