Mi Manuel

- 272 - cadas de calor. Me provocab~ destaparlas haciéndoles com- prender la anomalía de semejante arropado. En Madrid las mujeres del pueblo no s·e ponen sombrero van con la cabeza descubierta, luciendo primorosos peinados: obra de la artista capilar que cada mañana va a la casa has- ta de la más pobre. El día de mi llegada a Madrid, lo primero que me· pregun- tó doña Pilar:- "¿A qué hora quiere usted que la. peinen?". "A ninguna le contesté, dejándola sorprendida, yo misma acos- tumbro hacerlo".-"Pues será usted la única en la casa, hasta la cocinera se hace peinar" . . . Fijándome en ella, ví para mi consuelo, que tenía toda la coronilla desprovista de pelo: una verdadera "tonsura papal" me permito decir, pensando que por ser generalmente muy viejos los respetables pontífices, deben ser todos calvos. Otra cos·tumbre, típicamente española, es la mantilla: ro- deando graciosamente la cara, sombreando los ojos, tamizando la luz a través del fino ·encaje, aparece más brillante la mirada. La usan en otras parte 1 s: la vulgarizan más bien dfré, real- zando el fino "cachet" de ·su gracia, únicamente en la mujer española.

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