Mi Manuel

- 271- le interesaron las armas y cañones, gustándoles insüntivamente a los muchachos, lo que representa la destrucción y la fuerza. Particularmente nos gustó contemplar desde las barandas del Palacio Real, "el Paseo del Moro", donde hasta muy lejos se pierde la vista, ·entre tantos árboles seculares; únicos. testigos vivos guardando aún el recuerdo de los hechos que ellos mis- mos presenciaron. Una de las calles más concurridas de Madrid es la de Se- villa, "rendez-vous" de todos los torero.s 1 y "maletas" en dispo- njbilidad, buscando empresarios que los contrate. También van allí a exhibirse los de fama, engreídos del público madrileño. Son inconfundibles: teniendo a gala lucir la "coleta" que aparece atrás, debajo de su sombrero cordobés y sus saquitos cortos hasta la cintura. Pasan orgullosos, sabiéndose admirados de las mujeres y de los aficionados, luciendo sus honrosas cicatrices, hechas· por la,s. asta.s del toro. , En todo eso me fijaba yo al i:~asar con doña Dolores, nom- brándolos con cierto orgullo de conocer a los más afamados en- tre ellos. Verdad que los miré con atención, pero mi cara no de- bía reflejar admiración, pues hasta asco me daba verlos.-"Mi- ra, que se ha enamorado de tí la francesita" ... le dij o uno ·en alta voz, a su compañero mirándome. Vergüenza tuve al oírlo, alargué el paso, poniéndome muy colorada. Cierto había adivi- nado mi nacionalidad, pero ¿cómo no se fijó en la extremada r e- pulsión que expre.saría mi mirada? Sólo fué fisonomista a me- dias, el corneado torero. Seguían pasando los meses, volviendo otra vez el invierno tan fuerte en Madrid por estar situada en altura y donde, cosa inconcebible, no hay chimeneas, usando sólo los arcaicos "brase- . ros" en que ponen brasas muy encendidas, cubriéndolas con cenizas y las colocan debajo de. mesas especialmente ad hoc. Allí reunidos todos alrededor; se calientan sólo las canillas, mientras un frío persistente domina en el resto de la habita- ción y cae como plomo sobre los hombros, necesitando abrigar- se con gruesos mantones. Lo raro es que hasta en verano los usan de lana y van las chulas por las calles, abanico en ma- no, manejándolos con graciosa destreza no se puede negar, pero envueltas en sus mantones, prendidos en el pecho, sofo-

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