Mi Manuel

XXIII MAZANTINI Llegó la Pascua Florida y hacían grandes conjeturas so- bre el éxito que obtendría Mazantini, "primera espada de la Corrida de Gala" de la temporada. Al preguntarnos si iríamos a la fiesta y contestarles negativamente, protestaron, no conci- biendo que alguien pudiera faltar. Tanto nos dijeron que resolvimos ir, para ver siquiera una vez, el espectáculo que tanto lo.si entusiasmaba: Imposible contar la avalancha de gente que desde tempra- no invadía el camino a la Plaza de Toros : fuera del pueblo que modestamente iba a pie, formaban un cordón interminable los coches que también se dirigían allí. Las mujeres daban realce con su presencia, vestidas de gala, con sus mantillas blancas, puestas encima de sus altas peinetais, claveles rojos en la cabe- za y pecho, daban la nota clásica, vista en todos los cuadros de la "Fiesta Magna". Con dificultad pudimos ocupar nuestros asientos reserva- dos, tocándonos estar entre dos curas; uno a la izquierda de Manuel, el otro a mi derecha, Alfredito en medio de nosotros dos. Todos nuestros conocidos de la casa estaban en nuestro al- rededor, reflejando en sus caras el placer anticipado. ¡Felices!. . . hasta me parecía más buena la Humanidad, rebozante de alegría en ese lindo día de sol, que iluminaba las caras y las cosa'S.

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