Mi Manuel
- 21- perfectamente inútil, es verdad, porque nadie delataba, apresa- ban sencillamente al alcalde del lugar y lo ejecutaban en la pla- za pública, como lo r.efiere Guy de Maupassant, en sus inolvi- dables páginas de emocionante verdad. Consumada la derrota, desmembrado el territorio, firmada la paz; retirándos e por fin las tropas:_ alemanas del suelo fran- cés después de recibir "íntegramente" la fuerte indemnización exigida, Francia creyó por fin descansar de sus males; entonces vinieron los días de la Comuna en París y empezó la. más triste de las luchas: ¡"La fratricida!". Llenos de un espíritu de justicia innegable del que fueron las primeras víctimas, muchos murieron inútilmente después de una lucha desesperada de dos m eses. Desde lejos divisábamos los terribles incendios de París: el cielo rojo iluminado por el reflejo de e.sa destrucción. Espec- tadores impotentes 1 , sólo quedaba como único consuelo, lamen- tarse sobre su triste fin. Continuaba siendo . imposible regresar a París, o a la "Chaussée" donde la invasión alemana había dejado imborr a- bles huellas. Habiendo encontrado la casa cerrada, la habían ocupado y llevado a cabo sistemáticamente su obra de destruc- ción; sacando puertas, ventanas, entablados, todo lo quemable para calentarse; destrozando después, lo que no podían utilizar, dejando sólo escombros. Recuerdo el triste cuadro que se ofreció a nuestra vista al ver lo que quedaba de nuestra querida casa: seguía incrustán- dos e cada vez más en mi pequeño cerebro el significado atroz de la palabra "Guerra". Era imposible volver a vivir entre esos escombros, ni pen- sar en restablecer la fábrica de ladrillos que también había que- dado completamente destruída por el vandalismo t eutón. Entonces mi padre resolvió deshacerse de la propiedad, ven- diendo todo. No tardó en encontrar compradores,; que fueron los curas del Seminario de Meaux. En el contrato incluyeron el compromiso de que mi hermano concluiría su instrucción media en el colegio que ellos dirigían. Pasaba el tiempo y mi mamá no acababa de restablecerse: Después de la tifoidea le había quedado una tos persistente, re- belde a todos los r emedios de los médicos. Por último le ordena- ron la mayor tranquilidad. Como consecuencia, r esolvieron se-
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