Mi Manuel

- 260 - Este señor profesor, fuera de sus serios estudios, parec{a también estar interesado en recolectar otros datos mucho me- nos espirituales y má:s contemporáneos sobre la vida y costum- bres españolas, ocupando sus ocios por la noche, en fiscali- zar las horas de salida y regreso, de los huéspedes a la casa. Según le contaba a Manuel, descubría detalles insospechables en la vida de algunos que aparecían como más correctos y serios. Cierto médico ·el doctor Moyano, oriundo de Valladolid, hombre de aspecto serio y circunspecto, era según contaba el profesor, el de vida nocturna más abarrajada: después de co- mer salía cautelosamente, disimulando debajo de su capa una guitarra que de seguro no llevaba para curar a sus en- fermos. Su ausencia duraba a veces algunos días, pretextan- do los servicios de su profesión. . . A su regreso era notable el descalabro del pobre hombre: flaco, deshecho, extenuado, quejándose de la cabeza hasta que pasados alguno:; días de reposo, volvía a desaparecer. Otro, un señor don José Casado, abogado y muy devoto, que siempre se persignaba antes de comer, se le escurría, de- fraudando sus curiosidades, hasta que un día, le preguntó . en su mal castellano que hizo reír a todos:- "¿A qué hora se colgó u:sted anoche?", del francés "couché" había derivado "colgó", a lo que el otro, imperturbabl·e, evadiendo la respues- ta, le contestó:-"¡ A ninguna hora me cuelgo yo, señor pro- fesor!" Teníamos también de compañero de pensión, a todo un "Guardador de la Reina" que hacía todo con la prosopopeya y dignidad de su alto puesto. Hasta para pedir pan, tomaba aires de importancia inspirando respeto a sus vecinos. Ese, el día que no estaba de guardia en Palacio, volvía al amane- cer, borracho sin casi poderse sostener. Al frente nuestro en la mesa teníamos a un joven que to- dos llamaban "Pamplona" sin conocerle nunca otro nombre; estudiante de ingeniería, sólo pegaba escapadas a Madrid, vi- viendo en el Escorial donde está situada esa escuela. Ese le tenía afecto especial a nuestro hijito, trayéndole dulces, engriéndolo, alzándolo en peso para besarlo, diciéndo- le con mucho mimo:- "Alfredito, ¿cómo estás?. . . Al oírnos

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx