Mi Manuel
- 20- gos días de enfermeidad; viendo a todos humillados y silencio- sos, como temiendo que leyesen en sus caras, todo el odio rebo- sando del corazón. Un día, uno de los alemanes, agarrándome sorpresivamen- te me sentó en sus rodillas, acariciándome, me pasaba la ma- no por la cabeza y vi rodar gruesas lágrimas sobre su barba gris, mientras le explicaba a mi mamá, en medias palabras, que .tenía él también, una hijita de mi edad, así rubia como yo y a quien extrañaba mucho. A un momento viéndole ag~char la ca- beza creí que me quería besar y con un miedo loco, brinqué al suelo, escapándome de sus brazos, huyendo de él, de su repulsi- vo contacto. Después, nunca pudo volverme a coger, por más que desde lejos me llamara, repitiéndome en francés: "poupée Cassel" ... Era nativo de Oassel, lugar famoso por su fábrica de muñecas y me ofrecía mandarme una. Los "malqueridos huéspedes impuestos" no comían nunca con nosotros·. Desde el primer día se les hizo servir aparte y nuestras diarias relaciones, no pasaban de simples saludos al entrar o al salir del comedor; teniendo la cortesía, hay que reco- nocerlo, de permanecer en sus habitaciones las demás horas del día sin imponernos .su indeseable presencia en la sala. Una mañana ya sentados los cuatro en el comedor, mi hermano tuvo la peregrina ocurrencia de asomarse a la puerta con una pistola en la mano, apuntándolos. Era una arma in- servible y antigua, de esas que se conservan en las familias, co- mo reliquias y por supuesto, no estaba cargada; pero ellos ig- noraban todos esos detalles y brincando de sus asientos los cua- tro a la vez en un idéntico gesto de justa defensa, para desarmar al muchacho, queriendo llevárselo preso. Tuvo mi papá que intervenir para hacerles constatar lo ino- fensivo del arma por su mal estado y no estar cargada que era lo principal; al fin se convencieron y apaciguaron. Después papá a solas riñó severamente al muchacho, ha- ciéndole ver lo grave que pudo ser el desenlace. Los alemanes eran muy rígidos en castigar cualquier intento hostil contra ellos y hasta fusilaban deliberadamente a inocentes para escar- . mentar en los demás. Muchas veces, al encontrar a algún soldado alemán muer- to, :sin siquiera averiguar quien pudiera ser el matador, cosa
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