Mi Manuel
- 251- pimientos, tomates, etc., resultando a la verdad un riquísimo bocado, digno de su fama. Completamente desconocido en Francia, sería allá el me- nú completo de una variada comida, al estar servida cada vian- da por separado. Esto me hace recordar una maliciosa críti- ca de Alejandro Dumas fino gourmet, aficionado a bien co- mer, diciendo injustamente que los españoles tenían el don '·de mezclar muchas cosas buenasj para formar un conjunto malo". Por supuesto, este no era el caso, resultando riquísimo todo lo que nos ofrec¡eron, tanto los variados postres como los buenos vinos, realzados. con la cortesía de los dueños de casa. Al conversar de sobre -me.sa el doctor queriendo recalcar la buena calidad de los productos catalanes, nos enseñó como prueba un espléndido corcho, perfecto, sin la menor grieta, pareciendo hecho de pasta artificial, más que 'una natural corteza de árbol. Don José Madueño, nuestro bárbaro compatriota, tuvo el valor, como buen ~oronel peruano, de cortarlo a pedazos, que- riendo comprobar .su completa homogeneidad. Manuel y yo nos miramos escandalizados, sufriendo los dos, al verlo co- meter ese delito de lesa-naturaleza, al vérselo destruir y sin atre- vernos a protestar. Todos nos acompañaron para regresar a casa; y recuer- do que al ver pasar y admirar la buena planta de las cata- lanas, la señora Rafaela riéndose y aprobando mi decir, me repitió el conocido refrán:- "¡Catalana neta: mucha pata, mucha teta!" Días después volvió el doctor de Buen, para invitarnos a ir a Reus donde tendría lugar una Asamblea Republicana y a la que asistirían los principales jefes del partido. Gustoso aceptó Manuel dándome pena a mí, pues iba a ser nuestra pri- mera separación desde que nos casamos. Muy triste me fué el regreso a la casa, sola con mi hijito, después de su partida; parecíame estar abandonada en medio del mundo y eternas las horas de esa noche que toda me pasé sin dormir.
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