Mi Manuel

- 247 - voz: "las cuatro, el cielo está sereno", o lluvioso, según fuera, d8 manera que con ese reloj-barómetro vivo y ambulante, des- de la cama estábamos enterados del tiempo. "Costumbres de España", cabe repetir otra vez, sin saber si sería mayor crueldad dejarle al pobre hombre su manera de vivir o por el contrario suprimírsela por humanidad ... Allá ello-s ... Una noche turbaron el silencio fuertes golpes en la puer- ta. que nos despertaron a todos, mientras una voz clamaba:- "¡ Abranme, soy don José, el amigo de Badajoz!" ... Y lo fué repitiendo hasta que le abriero'.n. Era efectivamente. un anti- guo huésped que venía como todos· los años para sus negocios. Llegando el tren a esa hora, le parecía muy natural venir y .despertar a todos los vecinos del departamento, sin que a na- die le chocara el inconcebible proceder. Y resultó ser un buen ~ombre "el vecino de Badajoz" a pesar de ser tan mal criado: franco y sencillo hasta lo convidamos a venir al teatro, cuan- do una noche al partir, lo vimos solo y arrinconado en el co- medor. Daban una revista de fin de año, figurando parejas ves- tidas a la usanza de cada provincia de España, ejecutando sus bailes regionales. Bastante interesantes resultaban para nosotros estos típicos detalles y nuestro nuevo amigo encan- tado también gozaba admirándolos, hasta que aparecieron los de su terruño y muy emocionado se echó a llorar. Mucho nos sorprendió e.sa sensiblería de parte de un corazón español, tan duro siempre, cruel en ciertas ocasiones y hasta salvaje en las corridas de toros. En esos días llegó también a la casa de huéspedes, un ma- trimonio de paso por Barcelona que venía a embarcarse pa- ra. Filipinas donde él, mayor del ejército activo, iba a ocu- par un puesto mejor retribuído. El estaba satisfecho de ese inesperado- "aumento" que les permitiría vivir más holgados, mientras ella siempre llorosa, parecía muy apenada. Lástima me daba la pobre mujer, aunque no me atrevía a turbar su dolor, tan comprensible, al abandonar los seres queridos que tal vez dejaba en España:- "No se desconsuele señora, tiene usted la felicidad de acompañar a su marido", le dije para distraer su pena. "No me importa partir, me con-

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