Mi Manuel

- 244 - También recorrían las calles manadas de centenares de pavos, verdaderas víctimas expiatorias de la gula de las gen- tes, que en ninguna mesa han de faltar ese día para celebrar las fiestas. En fin, de los lejanos pueblos de la provincia de Alican-· te venían por cientos los turroneros, vestidos todos a la usanza de su tierra, con calzones cortos, medias blancas y alpargatas; completando el extraño vestir unas chaquetas cortas de tercio- pelo y sombreros grandes y puntiagudos de forma chinesca. Alquilando covachas o cualquier tenducho en el centro, allí se instalaban a vender los riquísimos productos de almendra, sus famosos turrones de Jijona, de Alicante, de Alba, de yemas, de frutas y de damas, etc. Nos encantaron los turrones, sobre to- do el de Jijona, que fué el_ de nuestra preferencia. En la casa cumplieron en ofrecernos el día de Pascua el clásico pavo; pero resultó tan cocido y reseco que ni el tenedor le pudo entrar y nadie lo pudo comer. También se imponía la sopa de Pascua, la famosa '·Sopa cana", hecha con leche y la grasa del pavo. Yo la probé y me resultó nauseabundo ese dul- cete de la leche con ese abundante gordo que sobrenadaba en- cima y la dejé. Por el contrario Manuel generalmente tan ene- migo de las grasas, la encontró exquisita y hasta repitió un se- gundo plato. Verdad que le fué ofrecido por María, hermosa muchacha, de ojos negros que nos servía y creo que un hom- bre es capaz de tragar piedras, si se las brindan labios risue- ños y provocativos como era el caso. Mucha zumba le hice a Manuel sobre su fuerza de voluntad en pasar semejante boca- do y más que todo sobre la resistencia de su estómago al inge- rir esa cantidad de injundia: todo por mera condescendencia ... galante. Eramos varios huéspedes en la casa, uno de ellos un se- ñor Guzmán, antiguo fabricante de pianos en Zaragoza; abo- rrecía a los catalanes, tachándolos de toscos y mal criados. So- lía a veces traer a la mesa ricos pasteles que obsequiaba y re- partía entre los comensales. Por supuesto nosotros también correspondíamos a su cortesía, ofreciendo alguna botella de vi- no dulce que completaba bien los postres, siendo riquísimos esos vinos generosos de España. Otro huésped que nos acom- pañaba era un capitán: Manuel Sánchez y Sánchez muy fino

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