Mi Manuel

- 243 - después el célebre don Miguel; fué tan atento que aun después de terminado el asunto, siguieron amigos, mientras estuvimos en Barcelona. "¡Cosas que sólo en España pueden ocurrir!" me decía Manuel, desarmado ante tanta cortesía, a la vez que de la inconcebible equivocación. Felizmente teníamos reservas de dinero y no nos hizo fal- ta; pero impidió que · fuésemos a Italia, habiéndola proyecta- do conocer. Justamente en una de sus idas al correo, Manuel se on-- contró con el coronel José Madueño quien lo reconoció y se le presentó. Era un famoso coronel revolucionario del Perú, que había encabezado un movimiento separa.tista en Iquitos. Derrotado y perseguido, se refugió en España donde vivía ro- deado de consideraciones y amigos republicanos, que simpati- zaban con sus ideales . Vino a vernos con el doctor Odón de Buen, catedrático de la Universidad de Barcelona, joven profesor de Historia Natu- ral en la Facultad de Ciencias, al que el gobierno destituyó po.i_' sus tendencias liberales. Esto levantó una gran tempestad de protesta de que se ocupó mucho la prensa y sus discípulos su- blevándose e imponiéndolo por la fuerza, lo reintegraron a su clase, llevándolo triunfalmente en hombros. De trato muy lla- no y distinguido le fué muy simpático a Manuel, el profesor de Buen, además de sus valiosos antecedentes ; nos convidó a su casa, nos presentó a su señora doña Rafaela, hija de don Fer- nando Lozano de quien fuimos muy amigos después en Ma- drid, siendo dueño y director de las "Dominicales" periódico de ideales republicanos. Llevó a Manuel a la Universidad, haciéndole pasear el her- moso edificio; lo presentó a varios amigos correligionarios su- yos, de esa España nueva que ya luchaba por su libertad y se había de imponer años después, botando a la monarquía. Mientras ·esperábamos nuestras cq,rtas, habían llegado los días de Pascua y Año Nuevo, ambas fiestas tan celebradas en España como en todo el Mundo, dando un nuevo aspecto a la ciudad los forasteros venidos de las cercanías. En las Ramblas y avenidas se amontonaban verdaderos cerros de sandías de más de tres metros :de alto, esperando los aficionados que ve- rúan ansiosos a comprar la agua.chenta fruta.

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