Mi Manuel

- 242 - Luego nos trajeron el desayuno: "chocolate a la española" 1 según les había recalcado yo la víspera., mentado en Lima co- mo el mejor y ·nos lo sirvieron con sus vasos de leche y "azu- carillos" como es costumbre. Fué una verdadera decepción: es- peso como mazamorra, la cuchara se quedaba parada adentro como en un barro, siéndonos imposible pasarlo. Nos conten- tamos con la leche y azucarillos especie de. merengues secos, hecho de claras de huevo batidas con azúcar. Pensando permanecer varios meses en Barcelona quisimos vivir más al centro; dejamos el hotel y nos mudamos a una casa de huéspedes, calle de Santa Ana, tenida por tres. herma- nas: la mayor casada con un señor Alvaro, mantenía a las dos solteras, haciéndolas trabajar: Lucía cocinaba mientras Ma- ría servía la mesa y aseaba la casa. El marido de la mayor tenía una Agencia de transportes ·en la calle rrantarantana y muy pocas veces se le veía en la casa, mientras un hermano suyo, don Prudencio, dirigía esta al lado de la.s dos solteras; Enrique que por diminutivo llama- ban "Quique" niño de cuatro años, hijo del matrimonio, com- pletaba la familia. Alfredito no hablaba español pero es igual para los seres pequeños pues en la risa, expresión universal, se comprendie- ron los dos chicos para jugar, travesear y estar encantados to- do el día juntos. No nos pesaba haber venido a Barcelona a pasar el invier- no; bastante interesante era conocer sus dos partes tan distin- tas. Aunque algo chabacanos, eran dignos de admirar los pa- lacetes de los "Nouveaux riclrns" construídos en el ensanche y en su afán de superarse unos a otros en lucir al sol los millo- nes adquiridos en la Argentina. Además el lugar se prestaba a esa exhibición, en estas espléndidas avenidas, llenas de árbo- les, formando contraste con las calles tristes y angostas de la. parte vieja de la ciudad. En Burdeos·, Manuel había dejado orden de dirigir su co- rrespondencia a Madrid y luego pedido de nuevo que la tra.sla-- dasen a Barcelona; pero estuvimos dos meses sin recibir una sola carta de Lima, pues se equivocaron, mandándolas a Jerez. Manuel no pudo ni enojarse al presentar su reclamo al direc- tor de Correos, un señor Primo de Rivera, hermano del que fué-

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