Mi Manuel
- 238 - acabó Manuel por reírse y en ademán de agarrarlo lo perseguía diciéndole: -"Polisson, je vais t' accraper" ! . . . remedándolo como decía él y lo seguía correteando; hasta que al fin cansado, se dejó coger el muchacho, loco de gusto, por haber encontrado este nuevo modo de jugar con su padre. Tres días después seguíamos nuestro viaje pasando por Oarcassonne sin detenernos, djstinguiendo no más desde el tren sus antiguas fortificaciones auténticos bastiones, que datan de la Edad-Media y siguen hasta ahora siendo la razón de su legíti- mo orgullo. Paramos en Narbonne donde después de algunas horas que bastaron para conocer sus principales calles nos pasó un per- cance que a pesar de su pequeñez, quedó como recuerdo anti- pático de nuestro paso por este lugar: soplaba un terrible vien- to y a Manuel en un rápido ademán para detener su sombrero que se le escapaba, .se le dobló la uña del dedo cordial, hacién- dolo sufrir por varios días. Por fin llegamos a Perpignan, antigua ciudad de España, que sin pertenecerle ya, conserva posiblemente todas sus cos- tumbres. Haciéndonos llevar al mejor hotel, muy cortésmente nos recibió el propio dueño; luego queriendo colmar sus aten- ciones con nosotros y hasta con orgullo, nos advirtió tener de huéspedes cuatro toreros españoles, al lado de los que íbamos a comer en la "table d'Rote". Al oír este detalle, Manuel ordenó al cochero alzara de nue- vo las maletas y sin más explicación nos volvimos a salir. Ató- nito se quedó el dueño, sin comprender el por qué de nuestra brusca retirada, mientras nosotros tan espantados como él, hu- yendo ante la perspectiva de .semejantes compañeros de mesa. Minutos después instalados en otro hotel, comíamos tran- quilos, riéndonos de nuestro escape de ese primer contacto con la cruel España. Antes de tomar el último tren francés que nos llevaría a Port-Bou, límite de la frontera, nos paseamos por la ciudad que sin ofrecer nada notable, y sin ser aún España, dejaba presen- tir su cercana presencia en el ambiente y aspecto general de sus gentes. Ya llegaba también a nuestros oídos el duro acento catalán, que en toda esa región de Francia es casi igual al de Cataluña. ·
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