Mi Manuel

- 236 - Lourdes, a pedirle salud a la Virgen y había muerto dos meses antes de la fecha fijada para los famos os "pélérinages" que ca- da año Bn verano organizan las Congregaciones Católicas, reu- niendo millares de enfermos que vienen a exhibir sus llagas y lacras, con la esperanza de sanar, como lo describe tan magis- tralmente Zola en su libro "Lourdes". Y llegamos a la Gruta situada al pie de la colina del peque- ño valle; solitaria y triste aparecía ahora en toda su desnudez, al estar abandonada de sus fieles en esa época del año. Colgadas del techo, pendían numerosas muletas; piernas y brazos de palo, puestas allí como constancia de milagros obtenidos. En el fondo de la Gruta, casi en la obscuridad, aparecía la legendaria esta- tua de la Virgen, "Notre Dame de Lourdes.", con su túnica blan- ca y cinturón celeste, al igual que la representan en todos los altares católicos, con sus pies florecidos de rosas. Largo rato la contemplé en un último rezago de fe, lejano e inconsciente tal vez, esperando un milagro. . . que no se rea- l lizó; por el contrario, al distinguir al otro laJdo la piscina dondB se bañan en contubernio todos los enfermos, pensé que allí era el verdadero milagro de la fe, al tener valor de sumergirse to- dos en ese .inmundo líquido, cuajado de microbios de cuantos males se pueden contagiar. Un estremecimiento nervioso me sacudió al ver estas aguas heladas como mi propia fe, definitivamente muerta, al recordar cuánto supliqué a esta misma Virgen en un momento de pro- fundo dolor y fué sorda a mis ruegos; negándose o más bien, quiero creer impotente, para salvar la vida de mi hijito Manuel. Todo en nuestro alrededor tenía ese aspecto de triste aban- dono, igual que el interior de un teatro fuera de las horas de función: La sala con sus asientos vacíos, el escenario impregna- do de ese aire de ficción en medÍo del silencio, con sus basti- dores y telas de fondo, a que sólo dan vida las luces, los acto- res y la presencia de los espectadores. Aquí también faltaba el bullicio que en verano forman los frailes y los enfermos, aunque parezca un sarcasmo, que pueda dar vida un conjunto de enfermos sólo unido-s por el dolor. Luego visitamos la Basílica la que haciendo contraste con la humilde Gruta, espléndida se yergue a su lado. Construída con las limosnas de los fieles. del mundo entero, allí está palpa-

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