Mi Manuel
-18 - Esos acontecimientos no tardaron en ser terribles: La Co- muna, el sitio de París, la capitulación de Sedán ... De todo eso oía yo hablar y aunque su significado no estaba a mi alcance, veía el estrago que iban produciendo Bn el ánimo de los que me ..., rodeaban y no tardé en ·sufrir sus. consecuencias. A diario veíamos pasar trenes llenos de soldados, que par- tían para el frente cantando con entusiasmo patriótico. "Mourir pour la Patrie", "C'est le :sort le plus beau", ''Le plus digne d' envie ... " etc. La gente los aclamaba, obsequiándoles flores, cigarros, go- losinas, cuanto se les ocurría, que ellos aceptaban abrazándolos agradecidos, entonando todos juntos "l' entraínante Marsei- llaise". Es preciso haberla oído en esas circunstancias, aun sin comprender sus palabras, con el sólo arrobamiento de su músi- ca, cantada por una multitud enloquecida de emoción, electriza- da por ese canto guerrero y de triunfo. Pero es de una tristeza sin igual, casi una burla por el con- traste, recordar esas escenas, después de ser vencidos: viendo regresar esos mismos trenes, tal vez con esos mismos hombres, heridos, destrozado·s., desfigurados, envueltos en vendas ensan- grentadas, sacados en camillas para ser llevados a los hospita- les. En todos esos pobres rostros se leía el desaliento y quizá el peor de sus sufrimientos: el de su sacrificio inútil, Bl amargo rencor de saberse derrotados ... Todos les atendían, ofreciéndose para las ambulancias. Mi padre no era apto para ninguno de esos servicios, pero mi her- mano que contaba ya catorce años, lleno del entusiasmo gene- ral, suplicó que lb dejasen ir a asistir a los heridos. Mi padre accedió en el acto; pero mi madre, tal vez más precavida, se opuso tenazmente. Mi hermano haciendo caso omiso de su prohibición, se es- capó y fué a enrolarse en la "Cruz Roja". La guerra seguía su curso y pronto llegaron los alemanes vencedores, invadiendo todo a su paso: ciudades y hospitales, donde trasladaron a sus heridos, botando a los franceses que los ocupaban. Lo peor fué que entre ellos se desarrolló una fuerte epide- mia de tifus y obligaron a los del servicio sanitario francés a
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