Mi Manuel
- 238 - Algo seca fué la despedida de los dos amigos: se dieron la mano sin más; claro, ambos como hombres, ya no era la dulce Renée, la chiquilla afectuosa, a la que había protegido al estar perdidos los dos y guardaría ella siempre el recuerdo. Algunos días antes de irnos habíamos ido a conocer Bayo- nne, patria del J esuíta padre Ravignan del que recordaba yo el nombre desde la época de mis. fervores católicos. Pocos días después llegamos a Pau y siguiendo la guía de casas de pensión que nos habían dado, nos alojamos en una elegante "Villa" donde fuimos recibidos con la cortesía habi- tual. Allí también dominaba el elemento inglés, aunque la due- ña era francesa; simpáticas muchachas inglesas muy deporti- vas, nos invitaron a compartir con ella sus excursiones bici- clistas. Muy agradecidos pero incapacitado1s. para seguirlas, nos contentamos con ir solos a conocer las curiosidades del lugar, empezando por el castillo de IIenri IV, la célebre reliquia del siglo XIV, otra de las joyas de Francia.
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